Hace ya una década que el teatro de
Rafael Spregelburd irrumpió fugazmente en los escenarios mexicanos con La escala humana (2003) y poco
después se hizo imprescindible con la presentación de La estupidez y La modestia,
dos obras capitales dentro de su formulación dramática. Desde antes se sabía
que algo extraordinario ocurría con el teatro argentino, pero las obras de
Spregelburd vinieron a corroborar el sofisticado nivel de interlocución que un
movimiento artístico puede tener con el público que lo genera. Porque reconocer
los valores de una obra significa, en este caso, reconocer los códigos de
apreciación de su público. Y lo primero que identificamos en el estilo
spregelburdiano es la elusión de lo obvio y el constante reto a la
inteligencia. En palabras de Jorge Dubatti (a la sazón el más importante develador del teatro argentino actual),
el suyo es “un teatro jeroglífico que no busca la comunicación de un mensaje
ilustrado sino el contagio, la sugestión, el desasosiego de lo misterioso que
reclama la develación”.
30/5/13
Patadas, de Antonio Álamo
Nunca fue sólo un juego y ahora nadie duda que es una
religión, pero más allá de su fiesta y su filosofía, más allá de su drama y su
iconicidad, el futbol se ha vuelto un universo en sí. Cuestión de echar ojo a
estas once escenas (y una coda) que juntas o separadas refieren la relación
del hombre con el cosmos. Porque se puede ser parte de la tribu, pero todos
tenemos una percepción particular, una experiencia desde la cual juzgar al
mundo. En este caso, se trata del portero que mira el juego a la distancia y,
no obstante, es el protagonista de sus momentos más críticos, cuando el balón se
cita con la red. En los 90 minutos que se narran
encontraremos abordamientos sociológicos al tema (“jugadores mercenarios”); análisis de cálculo y
probabilidad (“¿derecha o izquierda?”); invitaciones al Fair play (“¡Hijo de puta, aquí te espero!); relaciones padre-hijo
(“El míster me ignora, el míster siempre me ignora”) y hasta invocaciones a la
épica (“Me debo convertir en un dragón; debe parecer que la portería es tan pequeña
como una caja de cerillas”), pero siempre, al final, para Josu Martínez la
humanidad se divide sólo en dos: entre quienes quieren meter goles y quienes
quieren pararlos.
29/5/13
23.344 de Lautaro Vilo
Si
bien el título refiere a la ley argentina que regula el consumo
del tabaco, yo atisbo una hipótesis más arriesgada que tiene que ver con el
tamaño que todos quisiéramos para nuestro pene erecto. Y es que el cigarro
constituye –literalmente– una cortina de humo sobre el verdadero tema de esta
obra que es el despertar sexual. Como alguien dice en la pieza: “estos fuman,
hablan de minas, estamos grandes, estamos bien”. Más allá de los cambios
fisiológicos, un rasgo inequívoco del crecimiento es comprar tu primera
cajetilla: síntoma de una etapa oral insatisfecha –dirán otros–, lo cierto es que
fumar y follar son deseos que nacen
tomados de la mano. Ya después vienen todas las censuras y las leyes que
quieras.
18/5/13
Pablo Mandoki, dramaturgo
Mientras más
minúsculo se aprecia este volumen, más notoria es la falta que hacía en el
catálogo de la dramaturgia nacional: Pablo Mandoki recupera aquí dos de las
obras más originales del último cuarto de siglo, portadoras de una poética inclasificable en su momento, y que hoy,
a la luz de la nueva Tipología del texto
dramático propuesta por Dubatti, podrían inscribirse como precursoras de
una dramaturgia de director muy
reacia a la fijación textual –en la medida que no responden a las convenciones
literarias tradicionales–, pero por demás estimulantes a la hora de desentrañar
historias dramáticas que surgen del gesto y sólo eventualmente se convierten en
palabra.
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