15/2/24

Un actor fantasma en el bosque de niebla

 

Hace algunos años sumé a mis reliquias la experiencia que tuve como "actor pirata" de Victoria Abril (*). Ahora me toca compartir mi transfiguración en el fantasma de Ya no hay bosque de niebla, superposiciones múltiples a partir del Tío Vania de Chéjov, una coproducción de Teatro Línea de sombra y la Compañía Nacional de Teatro. 

No tenía contemplado participar en este montaje como actor, sino como dramaturgo; la intención era crear desde los ensayos –en colaboración con los actores y el director Jorge Vargas–, las capas de niebla que debían superponerse al bosque chejoviano, pero la CNT se tardaba en soltarnos al actor que debía personificar al doctor Astrov y, ante el riesgo de truncar el proceso, yo me ofrecí para llenar el hueco en el reparto. 
No fue un proceso sencillo, hay que decir; además de continuar con las tareas externas de recopilación y organización del material que iban generando los actores, yo mismo tenía que ponerme en el plano de interacción y producción de relatos desde lo actoral. 
Un problema adicional eran los continuos viajes que debía emprender hacia Xalapa, donde se preparaba el último estreno de la Orteuv antes de que yo entregara la estafeta a un nuevo director artístico de aquella compañía. Mis ausencias se resentían en el proceso; cada que me reintegraba a los ensayos, el cuerpo actoral ya había logrado avances sustanciales que me hacían sentir rezagado.
Hay que considerar, por otro lado, que yo era el único actor externo a la CNT, que tiene un ritmo de trabajo y una forma de relacionarse que no es fácil de penetrar, hubo desencuentros y diferencias de enfoque, pero confiábamos en que se resolverían conforme se acercara el estreno. 
Empeñado en ponerme al corriente, comencé a forzar la máquina. La adrenalina es una droga delicada que nos hace creer capaces de todo. 
Así llegamos al ensayo general, con demasiadas dudas y pendientes, que esperábamos resolver con una dosis extra de energía; después de todo era la primera vez que teníamos público en la sala. 
Al llegar a la escena del baile ruso, en el preciso instante que esta imagen ha capturado, el tendón de Aquiles me dijo "¡basta!" y me dejó tirado en aquella banca al fondo del escenario. 
Aunque concluí la corrida con una cojera ostensible –y aún pude dar la función de estreno auxiliado por un vendaje y un bastón–, me vi obligado abandonar el montaje para someterme a cirugía, y mi lugar fue ocupado por el actor que originalmente nos había propuesto la CNT.
Lo irónico del asunto es que, a pesar de que sólo estuve en dos de las 40 funciones alcanzadas en esta temporada, la sesión de fotos que sirvió para la promoción del montaje se hizo precisamente el día de mi accidente, así que, prácticamente sin actuar, me convertí en el fantasma que aparece cada vez que en las redes se menciona este singular bosque de niebla

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Fotos de Jorge Carreón. 
Foto cartel: Samuel Padilla Adorno
(*) Todo sea por Victoria Abril, en





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