1/2/23

Junio en el '93, un viaje de regreso


A fines de 1992, Junio recibe invitación de Océano, su maestro y gurú, para viajar a Jalapa y ensayar una obra teatral sobre Mishima. Esta es la historia de aquellos meses de retiro en los que el futuro artista adolescente se topará con los tres llamados definitivos: los de la pasión,  la iluminación y la muerte. 

Junio en el 93 sigue puntualmente las memorias que nos dejó Alejandro Reyes poco antes de morir, en 1996. Es un relato casi fotográfico que deshebra las vivencias de un proceso muy específico de creación; mientras en largas y caóticas sesiones el actor cincela el cuerpo y el pensamiento de su célebre onnagata, las calles y negocios de Jalapa (que todavía se escribía con “J”) le brindan el escenario para desafiar a la suerte. Lejos de contener las furias que lo habitan, la conciencia de su quebranto físico lo arroja a descubrir los límites de su cuerpo, y, en el camino, a trascenderlos. El relato alude a una generación arrasada por la pandemia del Sida, pero no es un relato romántico ni victimista, en él se identifican y describen con cínica lucidez las disyuntivas que lo conducirán a la revelación.

Nos interesa contar este pasaje en la historia del actor no sólo porque se trató de un artista relevante para la escena –y un ser muy querido–, también porque sintetiza el periodo de gestación de una conciencia creativa que, poco después, dará voz al inolvidable Stephen Dedalus de Carta al artista adolescente, un montaje muy significativo para los responsables de este proyecto, estrenado en el foro La Gruta hace casi 30 años. De alguna forma se trata de una “precuela”, de una vuelta al origen que pretende, en su aspecto formal, poner a revisión y actualización lo que en aquel entonces pensábamos del arte de la actuación y de la narración en el teatro.