18/8/18

Jornadas de la (pos)Verdad.


Todo mundo tiene derecho a la mentira
Edipo

México 2018: la conversación pública inmersa como nunca en la definición de un rumbo estructural; verdades, mentiras e ilusión colectiva se confunden en un ágora virtual donde ciudadanos y bots hacen campaña; diálogo imposible, pero enorme conversación que dará pie a miles de crónicas de un tiempo que muy pronto se hará viejo. Todo es ilusorio en esta realidad y no hay ejemplo más fehaciente que la desaparición de dos millones de pobres por efecto de una milagrosa ecuación. ¿Alguien puede negar que esos pobres dejaron de serlo? ¿Porque qué es un pobre? Lo que se diga en contra o a favor de cualquier teoría termina siendo un acto de fe, todas se equivocan. Por eso el Consejo de la Ciencia ha concluido –por unanimidad–, que existen fenómenos superiores al entendimiento humano. ¿Cómo sacudirnos esta rama que nos impide ver el bosque…, si es que el bosque existe? ¿Cómo encontrar el sentido a esa corriente que nos arrastra y nos hace participar de lo que no entendemos? 
En la ciencia política es conocida la estrategia de Lenin de escribir sobre Japón cuando quiere hablar de Rusia, lo que causa tal efecto de distanciamiento que hasta Brecht asumirá la idea como estructura de su Arturo Ui. En la experiencia del teatro (incluido Brecht), lo habitual es volver al origen y refrescar las ideas en sus fuentes cristalinas, buscar el arquetipo que nos permita proponer un axioma del comportamiento humano. Y aquí encontramos una nueva paradoja, porque qué otra cosa es un mito sino la mentira que engendra una verdad profunda. Exactamente como la ficción: una concatenación de situaciones posibles, pero inexistentes, que toman el cuerpo de un hecho verdadero.