15/6/24

De las sabandijas que habitan en palacio

Según el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, llámase sabandija a ese “animalillo imperfecto criado en la putrefacción y humedad de la tierra”, que por el desagrado que produce se le percibe en el bando de los impertinentes. La sabandija no es una especie animal, sino una categoría equiparable al de las alimañas y los bichos; su característica común es la molestia que produce, sea física o psicológica. Sabandijas son las garrapatas, con su capacidad para desangrarnos; las pulgas, que llegan a causar el tifus, o los mosquitos, que dios purgue su molesto zumbido en el infierno.  También entran en la clasificación algunos artistas y políticos. Las sabandijas son, ante todo, personalidades perturbadoras que, en ocasiones, son también disruptivas, es decir que encausan el malestar y provocan el cambio.  

5/6/24

Biodrama


Una conocida actriz de edad madura fue secuestrada hace algunos años y de hecho permaneció en cautiverio por 68 días. El asunto causó gran inquietud social y durante semanas los medios masivos encabezaron con ella sus secciones de espectáculos, de nota roja y hasta las políticas. Al ser finalmente liberada, la actriz declaró que no era posible que los ciudadanos pudiésemos vivir en esas condiciones de indefensión y que en adelante se dedicaría a combatir por sus medios la inseguridad imperante. Como primer paso en esa dirección aceptó una candidatura a jefe delegacional por parte de un partido político, aunque para su mala fortuna la campaña electoral se enredó en tales vericuetos organizativos que el resultado fue una aplastante derrota en las urnas. El fracaso político no inhibió a la actriz, quien reapareció tiempo después con la noticia de que había encomendado la escritura de una obra de teatro en la que representaría su cautiverio, así como las acciones y negociaciones que se habían realizado antes de conseguir su libertad, gracias, entre otros, al mediático jefe de la AFI. Aunque dicha declaración tenía como objeto anunciar el próximo estreno de la obra, éste hubo de retrasarse todavía más de un año al grado que, ahora que está a punto de llevarse a cabo, casi lo habíamos olvidado, o al menos había sido desplazado de nuestra memoria inmediatista por el aún más reciente secuestro de un famoso entrenador de futbol. Hay que decir que, a pesar de todo, el asunto reviste un legítimo interés público, aunque no sea por las razones que podrían suponerse en primera instancia, es decir, por la denuncia social que la obra procura enarbolar; el verdadero interés es mucho más morboso y radica en observar a una mujer que cada noche se desvive por traer a escena sus sentimientos de dolor, angustia, coraje, inquietud y esperanza. Si a ella le agregamos las más recientes declaraciones de la actriz, en las que manifiesta su temor ante la posible reacción de uno de los secuestradores, aquel con quien sostuvo el contacto más prolongado, y que, según se sabe, continúa prófugo, tendremos ante nosotros una obra de connotaciones extra teatrales: por un lado observaremos sobre el escenario a una actriz que se interpreta a sí misma recreando los momentos más difíciles de su vida, y, por otro, estaremos ante la posibilidad nunca remota de que entre nosotros, tal vez en la butaca vecina, se encuentre el incógnito secuestrador, quien como es natural no habrá logrado sustraerse a la fascinación de verse interpretado por un actor. Finalmente es de suponer que durante toda la temporada la actriz representará su papel suponiendo que, efectivamente, el secuestrador está ante ella, al acecho, y entonces ella trascenderá cada noche la ficción y alcanzará la transustanciación de un sentimiento auténtico. Es posible, finalmente, que seamos testigos inconscientes de un encuentro real que nos remite al denominado síndrome de Estocolmo del que tanto se ha hablado antes y del que no conocíamos esta variante.