Por Telón de Aquiles*
El surgimiento de grupos y voces que demandan
atención y espacio expresa tal vez una creciente y sana necesidad de
comunicación, pero podría revelar, también, un desenfrenado impulso por vaciar lo que la neurosis
colectiva comprime en individualidades que se reúnen un día para armar
aspavientos, atrapar las miradas y ¿luego?... luego callar. Mucho que desear,
dudas, ante todo, se apelotonan en nuestras cabezas ante la sola mención de una
colectividad que toma la palabra.
Se imponen las aclaraciones.
El equipo que contiene, que pretende expresar
el concepto Telón de Aquiles no se instala en la muy sobada perpetración de las
provocaciones en falso, ni nos anima la remolona costumbre juvenil de decirle
No a lo que nos precede. Somos un proceso, formamos parte de la historia. No
estamos de acuerdo, eso sí, con la tendencia que articula los instrumentos y
mecanismos para establecer como verdadero
teatro aquel que atiende y complace las expectativas de mercado que
impugnan los promotores culturales que nos representan como comunidad y nos
reducen a confeccionadores de entretenimiento serial. Para nosotros integrar no
es sumarse, ni sumarnos al discurso legitimador establecido por los
funcionarios e instituciones que otorgan valía y existencia a los proyectos
artísticos subvencionados y/o comercializados. Tampoco es construir el nicho
que nos permita llorar o reírnos a solas con nuestras graciosidades geniales o
frustraciones constantes. Hay una voz plural que busca interlocutores.
No venimos a salvar al teatro de los salvadores
del teatro. Ambicionamos el espacio de ejercicio y divulgación de nuestro
trabajo y la vinculación con el público, el diálogo, sumarnos a la basta
exposición de propuestas dramatúrgicas y escénicas, teatrales, pues, que en su
conjunto, desde sus diferencias, y más en ellas que en sus afinidades, responden
a la necesidad de reflexionar en acción la realidad que nos contiene y las
diversas lecturas que tenemos de ella.
Creemos que no es una sino varia la posibilidad
de entablar el contacto con los receptores (de confeccionar un yo que sea un
nosotros), y es en esa creencia que radica el sentido de la unión de puntos de
vista divergentes. No buscamos imponer una visión, sino potenciar las líneas
creativas de expresión existentes que aporten elementos de lectura y
comprensión de nuestro tiempo, acaso para discrepar.
Tiempo es una noción peligrosa por vasta. Decimos nuestro tiempo y
no nos referimos a la configuración, que es, que sería, en todo caso, una mera
circunstancia, de una generación con discurso homogéneo. Ineludiblemente
estamos inscritos en el transcurso del tiempo, somos tiempo, nuestro tiempo,
estar siendo en nuestra condición. Otra manera de pensarnos podría remitirnos a
la noción de tránsito, somos acontecer. Por tanto, nos interesa el ejercicio de
nuestra presencia y su ubicación en el espacio que le viene mejor: el
presente. Aprenderlo y explicarlo
en nuestro reto. Está demás citar que los usos en boga optan por esquivar la
tarea de entablar un compromiso con el entorno, con un nosotros que intente por
lo menos hacer referencia a los que somos, inscritos todos en un contenedor
geográfico que nos distingue como extraños cercanos y nos asemeja quizá
solamente en el uso de una lengua que hasta estos días, pese a lo que se diga,
no ha sido común... Nosotros es más
de lo que se ha podido comunicar desde la comodidad burguesa y dice más, en
ambos sentidos de la escalera imaginaria que dibuja nuestro devenir social:
ascenso, descenso, con-senso y contra-senso.
Pretender una sola exposición, una lectura
única o totalizadora, que contenga lo inabarcable del este estar siendo simultáneo en la extensión del globo, nos conmueve por
el esfuerzo iluso que supondría negar lo innombrable o lo desconocido.
Necesitamos de lo otro para
inventarnos y ser, como el referente que nos obligue a dudar, aceptando que dudar
es suscitación de movimiento, incitación a pensar. En este sentido, Telón de
Aquiles se
vincula con las voces que levantan la mano en los remotos y próximos rincones
del país. Buscamos todas las voces dispuestas, damos bienvenida a todas las
inquietudes trazando los puentes entre la tradición (reciente o mediata), la
emergencia y los cambios que implica una actividad que se revisa a sí misma
constantemente. Las miradas otras, distantes, ajenas, representan otra de las
premisas de la agrupación: el exterior también es nosotros. Establecemos los
contactos para divulgar una idea de lo que somos como nación, sin
sentimentalismos políticos: Promovemos el intercambio de ideas y la discusión
de ellas, entre ellas. Confiamos en el resultado.
No pretendemos innovar o renovar a toda costa
la idea de construcción dramática o teatral, no nos planteamos refrescar un
fenómeno del que formamos una pequeña porción insurgente. Acaso indagar
derroteros, caminos, posibilidades señaladas ya, desde la posición en que nos sitúan
nuestra condición de iniciadores del siglo (nuevamente se trata de una
circunstancia), nuestros referentes e inquietudes. Explorar sobre nociones como
participación, comunidad, comunión, evento, suceso, rito, y laboratorio,
tomando éste último como base de las indagaciones en su sentido más llano, en
su primaria etimología: lo relativo a la labor, al ejercicio constante de una
actividad, el teatro y sus quehaceres en general, y particularmente aquellas
que se relacionan con la escritura del mismo en cualquiera de sus niveles, y
cualquiera que sea su soporte: la palabra, la escena, la acción... la acción...
la acción...
Originalmente en: Antología cibernética, Telón de Aquiles, Colectivo de Dramaturgos
Mexicanos, Edición de autor, 2003.
* Colectivo de Dramaturgos mexicanos de existencia efímera: se formó en 2003, teniendo como findadores a Zaría Abreu, Edgar álvarez, Luis Ayhllón, Alfonso Cárcamo, Edgar Chías, Bárbara Colio, Irela de Villers, Luis Enrique Gutiérrez O.M., Jorge Kuri, Beatriz Luna, Antonio Malpica, Javier Malpica, Noé Morales. Verónica Musalem, Carlos Nohpal, Iván Olivares, Carmen Ramos, Michelle Solano, Perla Villa, Alberto Villarreal y Denisse Zúñiga. Editaron un CD-Rom con 42 de sus obras, donde se incluyó su primer y único Manifiesto. Una porción de estos autores se ha reagrupado en torno al portal dramaturgiamexicana.com para continuar con la divulgación del teatro mexicano contemporáneo.
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