12/1/24

Filoctetes, de John Jesurun

Arturo Reyes en Filoctetes (2001)

“Filoctetes es un general griego miembro de la expedición militar a Troya. Es poseedor del arco y  flechas mágicos de Hércules. En el curso del viaje a Troya, Filoctetes es mordido por una serpiente. Recibe una herida tan dolorosa y debilitante que su amigo Ulises y sus compañeros lo abandonan en la isla desierta de Lemnos. Después de diez años los griegos han tenido poco progreso en el asedio de Troya. Un adivino les dice que sólo se puede ganar con el arco y las flechas mágicas de Hércules. Ulises y Neoptolemo, hijo de Aquiles, viajan a Lemnos por el arco. La obra empieza en este punto”.

 

Con esta sola acotación el autor nos plantea la situación

dramática que habremos de enfrentar: tres hombres solos en una isla, uno con urgencia; otro, rencoroso, y el último, con curiosidad juvenil, se debaten en reclamos interminables mientras al otro lado del mar la guerra sigue su curso.  ¿Qué más hace falta para que la acción se desborde? Tal vez un arco..., o una mentira: Filoctetes está muerto, nada de lo que verán es cierto. Ulises es un personaje de sobra conocido: astuto, pragmático y exitoso, no se detendrá ante nadie para conseguir el arco y regresar a Troya como un héroe; Filoctetes es un poco más oscuro, pese a que Esquilo, Gide, Muller y --por qué no decirlo--, incluso los Estudios Disney, lo han desenpolvado. Lo cierto es que durante años ha acumulado suficiente resentimiento para desear la derrota de los aqueos; Neoptolemo es, en cambio (o debería serlo), una figura romántica que con su encanto podría modificar el tenso equilibrio de fuerzas.  La estafeta pasa de mano en mano; no sabemos realmente quién manda, de hecho no sabemos quién es quién, no sabemos cuánto tiempo hace falta para que la historia llegue a su fin, el tiempo es casi circular y tenemos la vaga sensación de estar siempre en el principio, o en el final; de que alguno o todos los personajes nos están engañando. A lo mejor Ulises es en realidad Filoctetes, o éste desea ser Neoptolemo, pero el hecho es que las palabras pasan de uno a otro sin saberse el tiempo ni quién habla realmente en el delirio de un poema escrito para tres voces que se contaminan una a otra. Tal vez sean sus juegos de alteración semántica, su perverso gusto por las referencias  de lo histórico a lo cotidiano, o, al menos,  su predilección por la regla de tres, el caso es que John Jesurun terminó por ser, para Teatro de Arena, un dramaturgo de casa. Primero nos cautivó con un Fausto posmoderno que vino a cerrar el telón del siglo (1998) y después completó la triada con un peculiar thriller llamado Aguablanca (2002), el caso es que ha logrado establecer una ruta que nos emparenta con su extravío vital, que podríamos entender como el de alguien que, antes de saber dónde está parado, prefiere construir su propia isla.


            Con FiloctetesTeatro de Arena abandonó en el 2000 el cabalístico número trece y emprendió jubiloso su catorceava puesta en escena. 20 años después, Martín Acosta volvió a sentir la comezón e intentó un nuevo abobamiento, pero sea por la pandemia o por otras circunstancias con su nuevo elenco, los personajes retornaron a su aislamiento y decidieron quedarse allí guardados.  


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Filoctetes, de John Jesurun

Dir y esc.. Martín Acosta

Ilum. Matías Gorlero

Diseño sonoro: Joaquín Lçopez "Chas"

Con Arturo Reyes, Roberto Soto y Marco Pérez

Sala Xavier Villaurrutia, año 2 mil. 

Con 

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