Me contaron la historia de una mujer que fue con una curandera por un dolor grande que tenía. Después de escucharla, la curandera dispuso sus materiales -incienso, velas-, y con un movimiento simbólico arrancó del cuerpo de la mujer un supuesto objeto, mientras decía: “te quitó esta enorme cruz que cargas…”, lo que alivió de inmediato a la paciente; sin embargo, la curandera no había terminado su trabajo y, con un nuevo gesto, colocó otro objeto invisible en su espalda mientras afirmaba: “y te coloco esta cruz más pequeña”. La mujer, un tanto desconcertada, aceptó el trueque y se marchó agradecida, pero la persona que observaba y después me lo contó no pudo evitar preguntar a la curandera por qué lo había hecho, a lo que ella respondió: “es imposible vivir sin dolor, sólo hay que aprender a cargarlo”.
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