KING CREOLE
Hay un ladrón en Guimaraes cuyo nombre corean en los estadios (y no porque sea el dueño del equipo, entre los cuales –sabemos– abundan los rufianes); es uno que logró huir de la cárcel y durante algún tiempo se mantuvo oculto. Pero cuando en la radio difundieron el boletín de su fuga, el ladrón decidió hablar al programa de mayor audiencia para explicar a la locutora las razones de su escapatoria.
- No, mire, yo no me evadí para seguir fuera de la ley, sino porque no estoy de acuerdo con la forma en que son tratados los reclusos.
- Ah, pero eso debió pensarlo antes de cometer sus delitos, señor.
- Discúlpeme, pero está usted equivocada, señorita; yo acepto mi castigo, pero nunca el mal trato.
- Es decir que, si las condiciones cambiaran, ¿usted regresaría a la cárcel?
- Sí, ¿por qué no?
Eso dijo el ladrón, y la locutora habló a la alcaldía para comunicar la promesa del fugado. La autoridad no creyó en sus palabras, pero el asunto sirvió para abrir un debate entre la opinión pública, para la cual, independientemente de la promesa del ladrón, valía la pena mejorar las condiciones de la cárcel estatal. Después de algunas manifestaciones, de jaloneos con el presupuesto y, lo más difícil, de educar un poco a los custodios, comenzaron a anunciarse los cambios en el sistema penitenciario de la ciudad.
Una mañana, tiempo después, el ladrón tocó a la puerta del penal:
- Sí, ¿qué se le ofrece?
- Vengo a cumplir mi condena.
- No me diga, ¿Y quién es usted?
- El ladrón que se fugó el año pasado.
- ¿En serio? Así que finalmente se dignó volver.
La fiscalía, que no creía lo que estaba viendo, no solo le abrió las puertas, sino que aumentó cinco años su castigo por intento de fuga. A pesar de todo, hay que decir porque esto amerita una moraleja, desde entonces la gente del lugar cree más en la palabra del ladrón que en la de las autoridades.
No Cover, dir. de Marcos Barbosa y producción del Teatro Oficina, se estrenó en Guimaraes, Portugal, en julio de 2009.
- No, mire, yo no me evadí para seguir fuera de la ley, sino porque no estoy de acuerdo con la forma en que son tratados los reclusos.
- Ah, pero eso debió pensarlo antes de cometer sus delitos, señor.
- Discúlpeme, pero está usted equivocada, señorita; yo acepto mi castigo, pero nunca el mal trato.
- Es decir que, si las condiciones cambiaran, ¿usted regresaría a la cárcel?
- Sí, ¿por qué no?
Eso dijo el ladrón, y la locutora habló a la alcaldía para comunicar la promesa del fugado. La autoridad no creyó en sus palabras, pero el asunto sirvió para abrir un debate entre la opinión pública, para la cual, independientemente de la promesa del ladrón, valía la pena mejorar las condiciones de la cárcel estatal. Después de algunas manifestaciones, de jaloneos con el presupuesto y, lo más difícil, de educar un poco a los custodios, comenzaron a anunciarse los cambios en el sistema penitenciario de la ciudad.
Una mañana, tiempo después, el ladrón tocó a la puerta del penal:
- Sí, ¿qué se le ofrece?
- Vengo a cumplir mi condena.
- No me diga, ¿Y quién es usted?
- El ladrón que se fugó el año pasado.
- ¿En serio? Así que finalmente se dignó volver.
La fiscalía, que no creía lo que estaba viendo, no solo le abrió las puertas, sino que aumentó cinco años su castigo por intento de fuga. A pesar de todo, hay que decir porque esto amerita una moraleja, desde entonces la gente del lugar cree más en la palabra del ladrón que en la de las autoridades.
No Cover, dir. de Marcos Barbosa y producción del Teatro Oficina, se estrenó en Guimaraes, Portugal, en julio de 2009.
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