13/2/13

El teatro en los Estados (Anuarios)



Si la tarea de ordenar y difundir la información relacionada con el teatro tiene en México numerosas iniciativas, pero escasa continuidad, debe ser porque agrupar datos sobre estrenos y otros acontecimientos teatrales implica un esfuerzo para extenuar a cualquiera que no reciba un salario por ello, o al menos para advertirlo de la insensatez que constituye repetir la hazaña. Y sin embargo, en nuestra historia hay algunos casos sobresalientes que vale la pena rememorar en la coyuntura de esta publicación.
  En primer lugar hay que reconocer la labor de Don Enrique de Olavarría y Ferrari, quien entre 1880 y 1884 publicó en El Nacional su Reseña Histórica del teatro en México. En sus entregas periódicas no sólo comentó los hechos más relevantes de la escena nacional entre los siglos XVI a XIX, los contextualizó con otros sucesos sociales y culturales siempre desde una perspectiva ilustrada y moderada. Después de publicar una edición de cuatro tomos en 1895, siguió aumentando los registros hasta concluir un quinto volumen en 1911 (Porrúa, 1961). A él corresponde el honor de llamarse el padre de la historiografía teatral mexicana.
     Avistamos después a un puñado de periodistas preocupados por la tarea de resguardar en la memoria escrita los pasos de un arte que ni con la más avanzada técnica de registro visual nos deja un rastro nítido. Tal vez los más importantes reseñistas de la vieja guardia hayan sido Manuel Mañón, con su acuciosa Historia del Teatro Principal, y Armando de Maria y Campos, auténtica enciclopedia del teatro, con más de 50 libros publicados sobre la materia, de quien sólo mencionaremos, por ser un trabajo recientemente rescatado por Jovita Millán, sus Veintiun años de Crónica Teatral en México (1944-1965),  una edición de cuatro volúmenes y más de 3 mil páginas que constata semana por semana la actividad escénica en el México de la transición modernista.
En el terreno que va de la investigación documental a la interpretación crítica podríamos mencionar sobre todo el trabajo de Antonio Magaña Esquivel y Luis Reyes de la Maza, quienes en conjunto recorren y comentan la resonancia del teatro entre la Independencia y la mitad del siglo XX.
Más recientemente se han multiplicado los recuentos en forma de Historias regionales del teatro o bien de Crónicas que toman como eje un edificio teatral determinado, muy al estilo de Mañón, pero en casi todos los casos se trata de crónicas parciales que nos hacen ver el mapa teatral como un tremendo rompecabezas al que seguramente le faltan piezas.



Los Anuarios teatrales tienen su propia historia y debemos rastrear su origen en la publicación Teatro. Boletín de Información e Historia, dirigida por Margarita Mendoza López. En sus 12 números, editados entre 1954 y 1956, incluyó la sección Fichas de Teatro, que registraba sistemática y profusamente los estrenos teatrales de 1950, en todos y cada uno de sus géneros. Se trata de la primera publicación periódica de corte documentalista y con intención de convertirse en base de futuras investigaciones. También se deben a Margarita Mendoza López otras iniciativas de rescate de la memoria, como la creación de un Museo del Teatro (que nunca prosperó) y la fundación, ésta sí cristalizada, del Centro Nacional de Investigación Teatral “Rodolfo Usigli” (CITRU), por lo que siempre valdrá la pena reconocer su legado.
Tendrá que pasar una década para que una dependencia oficial, el Instituto Nacional de Bellas Artes, retome esta misión al publicar Teatro del INBA anuarios correspondientes a los años 1965-1968. Sus cuatro escuetos volúmenes son en realidad una Memoria de las actividades teatrales de la Institución, pero registran con cierto rigor otras actividades del teatro oficial, muy probablemente porque las publicaciones corresponden al periodo en que Héctor Azar dirigía prácticamente todo el teatro institucional.
El sexenio Echeverrista no tuvo una grata relación con el teatro; en su periodo de gobierno surgió con fuerza el teatro más contestatario del que se tenga noticia, así que los esfuerzos anteriores por registrar esta actividad fueron desaparecidos igual que numerosos activistas políticos. Sólo hay un volumen medianamente confiable que registre la actividad teatral en los años Setenta: se trata de El Tratro en México 1977-1978, de Xavier Marc y Fernando Soler Palavicini, quienes consignan los estrenos capitalinos del periodo, y lo hacen acompañando las obras con numerosas imágenes, desgraciadamente mal reproducidas en el papel. Este trabajo nos ofrece una prueba más de la dificultad de dar continuidad al registro: en la portada se indica que se trata del volumen I, aunque ciertamente el segundo ejemplar se quedó en el tintero.
La encargada de tomar la estafeta, cinco años después, será la revista Escénica, perteneciente a la Dirección de Teatro de la UNAM, que se encargó de editar sendos Anuarios de Teatro en México en 1982 y 1983, ambos bajo la dirección de Josefina Brun.
Sin mebargo, será hasta iniciada la década siguiente, casi diez años después de su fundación, que el CITRU haga valer la premisa de su constitución: aglutinar, conservar, sistematizar y difundir la información relativa al teatro mexicano. Para ello echó a andar el proyecto Anuario, que registró al menos desde 1990 hasta el 2 mil la actividad teatral, y considerando por primera vez el teatro de los estados. Tres volúmenes bianuales y un CD-Rom con la actividad de toda la década constituyen el esfuerzo hasta ahora más longevo de registro documental del teatro mexicano, siempre bajo la coordinación de Arturo Díaz y Francisca Miranda. No obstante, hay que advertir que casi al final de la actual década seguimos sin conocer las entregas que el CITRU nos adeuda en relación a los primeros años del naciente siglo. ¿Será que los Anuarios serán sustituidos por decenios?  

Con la aparición de Teatro en los Estados, que me ha tocado prologar en su edición 2008 (aunque ya circula también el volumen 2009), podemos hablar de un proyecto que no ha muerto en su primer intento y que regresa con mejores herramientas de antologación. Hay que comenzar por advertir que el Anuario 2007 constituyó una punta de lanza para la circulación del proyecto Teatromexicano.com.mx, mejor conocido como La Wiki del teatro. Pues bien, a la vuelta de un año se puede afirmar que a la Wiki le ha tocado ser el motor que impulsa la publicación del segundo Anuario.
    Si hubiese que señalar algunas características que hacen especial esta publicación periódica comenzaría por destacar la que conlleva su título, referido a un Mapa sin Centro; decisión audaz y riesgosa en tanto obliga a encontrar la unidad de un mural incompleto y sin el eje óptico que antes imponia la perspectiva. ¿Se puede hablar de un teatro mexicano que mutila deliberadamente una de sus partes, de hecho la más importante hasta ahora? Es obvio que le decisión editorial es también una apuesta por ubicar nuevos focos de atención y por empujar a los grupos de los Estados a adquirir mayor protagonismo, pero también es evidente que falta tiempo para descubrir ese otro rostro en toda su brillantez. En todo caso, la tarea está echada a andar con este Anuario y el simple recuento de más de mil espectaculos a lo largo de territorio es digno de admiración y abrumación. 
     Ya hemos mencionado que para conjuntar la información ha sido muy importante la Wiki, una herramienta que en menos de un año se convirtió en el más importante foro nacional del teatro. Dinámica, acuciosa, interactiva, irregular aún en su nivel de discusión, pero siempre entretenida e interesante, la Wiki ha potenciado el interés por propagar la existencia de un arte nacional que, como diría Handke, habita en los intersticios del país. En ese sentido, la Wiki del teatro está llamada a clausurar el ghetto y a trazar, con sus pequeñas islas, ese archipiélago oculto por el otro drama nacional.
    No podemos pasar por alto las reseñas estatales a cargo de colaboradores dispersos por el territorio, algunos eventuales y otros, consuetudinarios; unos como observadores externos y otros defendiendo su parcela; todos ellos poniendo en perspectiva el material crudo que representa un listado de obras.   En particular me interesa destacar el tesón de Alejandra Tello, quien no ha cejado en su labor compiladora desde hace casi 20 años.
   ¿Qué más puede decirse de un volumen que no aspira a ser sino punto de partida, un ladrillo más en la agujerada pared de nuestro teatro? Sólo reconocer el cimiento que nos ofrece Alejandra Serrano desde su portentosa compu de operaciones instalada en Metepec (¡ah, viejos tiempos que ya terminaron!). Por su tesón, su capacidad y poder de convocatoria, la nombramos desde ya el miembro más joven de la estirpe de los Olavarría, de los Mendoza López, los Ceballos, los Beverido y esos que se conocen como coleccionistas de chifladuras.  

Serrano, Alejandra (coord), El teatro en los estados 2008, Metepec, Ver, Ediciones Malaletra 2010. 

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