Si la tarea de ordenar y difundir la información relacionada con el teatro
tiene en México numerosas iniciativas, pero escasa continuidad, debe ser porque
agrupar datos sobre estrenos y otros acontecimientos teatrales implica un
esfuerzo para extenuar a cualquiera que no reciba un salario por ello, o al
menos para advertirlo de la insensatez que constituye repetir la hazaña. Y sin
embargo, en nuestra historia hay algunos casos sobresalientes que vale la pena
rememorar en la coyuntura de esta publicación.
En
primer lugar hay que reconocer la labor de Don Enrique de Olavarría y Ferrari,
quien entre 1880 y 1884 publicó en El
Nacional su Reseña Histórica del
teatro en México. En sus entregas periódicas no sólo comentó los hechos más relevantes de la escena nacional
entre los siglos XVI a XIX, los contextualizó con otros sucesos sociales y
culturales siempre desde una perspectiva ilustrada y moderada. Después de
publicar una edición de cuatro tomos en 1895, siguió aumentando los registros
hasta concluir un quinto volumen en 1911 (Porrúa, 1961). A él corresponde el
honor de llamarse el padre de la historiografía teatral mexicana.
Avistamos después a un puñado de periodistas
preocupados por la tarea de resguardar en la memoria escrita los pasos de un
arte que ni con la más avanzada técnica de registro visual nos deja un rastro
nítido. Tal vez los más importantes reseñistas de la vieja guardia hayan sido Manuel Mañón, con su acuciosa Historia del Teatro Principal, y Armando
de Maria y Campos, auténtica enciclopedia del teatro, con más de 50 libros
publicados sobre la materia, de quien sólo mencionaremos, por ser un trabajo
recientemente rescatado por Jovita Millán, sus Veintiun
años de Crónica Teatral en México (1944-1965), una edición de cuatro volúmenes y más
de 3 mil páginas que constata semana por semana la actividad escénica en el
México de la transición modernista.
En el terreno que va de la investigación documental
a la interpretación crítica podríamos mencionar sobre todo el trabajo de
Antonio Magaña Esquivel y Luis Reyes de la Maza, quienes en conjunto recorren y
comentan la resonancia del teatro entre la Independencia y la mitad del siglo
XX.
Más recientemente se han multiplicado los recuentos
en forma de Historias regionales del teatro o bien de Crónicas que toman como
eje un edificio teatral determinado, muy al estilo de Mañón, pero en casi todos
los casos se trata de crónicas parciales que nos hacen ver el mapa teatral como
un tremendo rompecabezas al que seguramente le faltan piezas.
Los
Anuarios teatrales tienen su propia historia y debemos rastrear su origen en la
publicación Teatro. Boletín de
Información e Historia, dirigida por Margarita Mendoza López. En sus 12
números, editados entre 1954 y 1956, incluyó la sección Fichas de Teatro, que registraba sistemática y profusamente los
estrenos teatrales de 1950, en todos y cada uno de sus géneros. Se trata de la
primera publicación periódica de corte documentalista y con intención de
convertirse en base de futuras investigaciones. También se deben a Margarita
Mendoza López otras iniciativas de rescate de la memoria, como la creación de
un Museo del Teatro (que nunca prosperó) y la fundación, ésta sí cristalizada,
del Centro Nacional de Investigación Teatral “Rodolfo Usigli” (CITRU), por lo
que siempre valdrá la pena reconocer su legado.
Tendrá que pasar una década para que una
dependencia oficial, el Instituto Nacional de Bellas Artes, retome esta misión
al publicar Teatro del INBA anuarios
correspondientes a los años 1965-1968. Sus cuatro escuetos volúmenes son en
realidad una Memoria de las actividades teatrales de la Institución, pero
registran con cierto rigor otras actividades del teatro oficial, muy
probablemente porque las publicaciones corresponden al periodo en que Héctor
Azar dirigía prácticamente todo el teatro institucional.
El sexenio Echeverrista no tuvo una grata relación
con el teatro; en su periodo de gobierno surgió con fuerza el teatro más
contestatario del que se tenga noticia, así que los esfuerzos anteriores por
registrar esta actividad fueron desaparecidos igual que numerosos activistas
políticos. Sólo hay un volumen medianamente confiable que registre la actividad
teatral en los años Setenta: se trata de El
Tratro en México 1977-1978, de Xavier Marc y Fernando Soler Palavicini,
quienes consignan los estrenos capitalinos del periodo, y lo hacen acompañando
las obras con numerosas imágenes, desgraciadamente mal reproducidas en el
papel. Este trabajo nos ofrece una prueba más de la dificultad de dar continuidad
al registro: en la portada se indica que se trata del volumen I, aunque
ciertamente el segundo ejemplar se quedó en el tintero.
La encargada de tomar la estafeta, cinco años
después, será la revista Escénica,
perteneciente a la Dirección de Teatro de la UNAM, que se encargó de editar
sendos Anuarios de Teatro en México
en 1982 y 1983, ambos bajo la dirección de Josefina Brun.
Sin mebargo, será hasta iniciada la década
siguiente, casi diez años después de su fundación, que el CITRU haga valer la
premisa de su constitución: aglutinar, conservar, sistematizar y difundir la
información relativa al teatro mexicano. Para ello echó a andar el proyecto Anuario, que registró al menos desde
1990 hasta el 2 mil la actividad teatral, y considerando por primera vez el
teatro de los estados. Tres volúmenes bianuales y un CD-Rom con la actividad de
toda la década constituyen el esfuerzo hasta ahora más longevo de registro
documental del teatro mexicano, siempre bajo la coordinación de Arturo Díaz y
Francisca Miranda. No obstante, hay que advertir que casi al final de la actual
década seguimos sin conocer las entregas que el CITRU nos adeuda en relación a
los primeros años del naciente siglo. ¿Será que los Anuarios serán sustituidos
por decenios?
Con
la aparición de Teatro en los Estados, que me ha tocado prologar en su edición 2008 (aunque ya circula también el volumen 2009), podemos hablar de un proyecto que no ha muerto en
su primer intento y que regresa con mejores herramientas de antologación. Hay
que comenzar por advertir que el Anuario 2007 constituyó una punta de lanza
para la circulación del proyecto Teatromexicano.com.mx, mejor conocido como La Wiki del teatro. Pues bien, a la
vuelta de un año se puede afirmar que a la Wiki le ha tocado ser el motor que
impulsa la publicación del segundo Anuario.
Si hubiese que señalar algunas características
que hacen especial esta publicación periódica comenzaría por destacar la que
conlleva su título, referido a un Mapa sin Centro; decisión audaz y riesgosa en
tanto obliga a encontrar la unidad de un mural incompleto y sin el eje óptico
que antes imponia la perspectiva. ¿Se
puede hablar de un teatro mexicano que mutila deliberadamente una de sus
partes, de hecho la más importante hasta ahora? Es obvio que le decisión
editorial es también una apuesta por ubicar nuevos focos de atención y por
empujar a los grupos de los Estados a adquirir mayor protagonismo, pero también
es evidente que falta tiempo para descubrir ese otro rostro en toda su
brillantez. En todo caso, la tarea está echada a andar con este Anuario y el
simple recuento de más de mil espectaculos a lo largo de territorio es digno de
admiración y abrumación.
Ya hemos mencionado que para conjuntar la
información ha sido muy importante la Wiki, una herramienta que en menos de un
año se convirtió en el más importante foro nacional del teatro. Dinámica,
acuciosa, interactiva, irregular aún en su nivel de discusión, pero siempre
entretenida e interesante, la Wiki ha potenciado el interés por propagar la
existencia de un arte nacional que, como diría Handke, habita en los
intersticios del país. En ese sentido, la Wiki del teatro está llamada a
clausurar el ghetto y a trazar, con sus pequeñas islas, ese archipiélago oculto
por el otro drama nacional.
No podemos pasar por alto las reseñas estatales
a cargo de colaboradores dispersos por el territorio, algunos eventuales y
otros, consuetudinarios; unos como observadores externos y otros defendiendo su
parcela; todos ellos poniendo en perspectiva el material crudo que representa
un listado de obras. En particular me interesa destacar el tesón de
Alejandra Tello, quien no ha cejado en su labor compiladora desde hace casi 20
años.
¿Qué más puede decirse de un volumen que no
aspira a ser sino punto de partida, un ladrillo más en la agujerada pared de
nuestro teatro? Sólo reconocer el cimiento que nos ofrece Alejandra Serrano
desde su portentosa compu de operaciones instalada en Metepec (¡ah, viejos tiempos que ya terminaron!). Por su tesón, su
capacidad y poder de convocatoria, la nombramos desde ya el miembro más joven
de la estirpe de los Olavarría, de los Mendoza López, los Ceballos, los
Beverido y esos que se conocen como coleccionistas de chifladuras.
Serrano, Alejandra (coord), El teatro en los estados 2008, Metepec, Ver, Ediciones Malaletra 2010.
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