A cinco años de su muerte (31 de julio del 2008), recordamos a Víctor Hugo Rascón Banda con la reseña a uno de sus últimos libros.
Es poco frecuente que las primeras ediciones de
una obra vayan acompañadas de un prologo que explique las coyunturas de su
creación. Cuando esto ocurre uno supone que el autor desea poner el énfasis en
las motivaciones y circunstancias que rodearon y determinaron el resultado de
su trabajo. Desde esa perspectiva, comentar anticipadamente las características
de la obra que se está por leer representa también un riesgo pues induce al
lector a tomar una cierta postura ante la obra aún antes de acometer la primera
línea.
Tal
circunstancia se presenta en Intolerancias
de Víctor Hugo Rascón Banda, cuyo prólogo, por breve que sea, permea de
manera determinante la lectura. En él Rascón Banda expone que dos de las tres
obras publicadas fueron escritas en el hospital Inglés mientras luchaba contra
una enfermedad que lo tuvo al borde de la muerte (y que a pesar de una recuperación asombrosa, terminó derrotándolo), y cuenta también cuáles
fueron los ingredientes que se conjugaron durante su larga convalecencia para
escribir precisamente esas y no otras historias. Es cierto que podríamos
saltarnos la presentación y adentrarnos en el cuerpo principal del texto; sin
embargo, y dado que fue el propio autor quien eligió aderezar la lectura,
nos colocaremos en la perspectiva propuesta por él mismo para comentar las dos
primeras obras.
Apaches es una obra que sintetiza muchas de las constantes
en el teatro de Rascón Banda: es un teatro con raíz histórica, aunque más
preocupado por el drama social que por la objetividad de los acontecimientos;
por otro lado, también se centra en el recuerdo mítico de la infancia, en la
idealización de la figura del oprimido y en la contraposición permanente de dos
mundos, lo que en cierta medida la colocaría un paso atrás respecto de obras de
conceptualización más compleja, como Contrabando
(1991). Sin embargo, dos elementos se conjugan para avivar el interés en
esta obra. En primera instancia, el lugar desde donde se narra: la muerte. Si
bien en un principio se podría suponer que la escena representa una pesadilla o
un delirio en la cama del agonizante Joaquín Terrazas, el exterminador de indios en Chihuahua, en realidad se trata de una
historia que comienza en el momento en que Terrazas lanza su último aliento.
Del otro lado lo esperan los indios Victorio, Ju y Jerónimo, sus antiguos
enemigos, para hacerle saber que la guerra continúa después de la muerte, así
que más le vale irse despabilando. Lo único que se lamenta al penetrar en esta
atmósfera rulfiana es que no se nos lleve más lejos en el reconocimiento de ese
otro lado de la vida, acaso porque el autor –quiero creerlo- no ha querido
abandonarse a la fascinación de esos territorios. El otro elemento que
constituye si no una novedad, al menos una radicalización estilística, es el manejo del lenguaje, que en esta ocasión se deshace de pudores y
asume con vigor el lirismo que hace falta a una historia de estas
características.
El
camino de regreso a la vida se
desarrolla por la vía de El deseo, un
muestrario de las pulsaciones más nimias y profundas de la pasión amorosa que,
no obstante, el autor sabe sortear y desdoblar apenas antes de caer en el
catálogo cursi. Dos personajes se enredan en una relación amorosa que, desde el
principio, sabemos que no podrá durar mucho tiempo, sobre todo cuando entre
ambos existen tantas diferencias: la edad, la nacionalidad, la cultura, la
posición económica. Aunque resulta imposible no emparentar esta obra con
aquellos Negros pájaros del adiós, de
Oscar Liera, que de alguna manera manifestaba las mismas fuerzas en pugna,
Rascón Banda comienza privilegiando las coincidencias amorosas, que no la
pasión irrefrenable y trágica de aquella, y termina por aplastar el sentimiento
por el efecto de su confrontación con la realidad más pragmática. Tomando en
cuenta la circunstancia en la que, se nos anuncia, fue escrita esta obra, llama
la atención el impulso vital que acompaña a cada una de las escenas, pero más
aún la conciencia implacable del autor, que aún con licencia para desbordar las
ansias de felicidad de sus personajes, amarra los pies a la tierra y lleva su
historia a una resolución desencantadamente realista.
Si
como sugiere el propio Rascón Banda, la tercera obra del volumen: Mujeres que beben vodka, respondía a otra
etapa creativa y fue rescatada de un basurero
personal, hay que decir que la aseveración se confirma al mostrarse totalmente
ajena al impulso que sostienen las dos primeras obras, por lo que a mi juicio
habría que mantenerla al margen del análisis y tal vez del volumen.
En todo caso tanto Apaches como El deseo bastan para ratificar el impulso, la energía y la convicción que aún
acompañaban a un autor dramático como Rascón Banda, quien decidió levantarse de
la cama mortuoria para hacer muchas tareas que aún le faltaban por terminar, tanto en el terreno de la
escritura como en el de su actuación pública, antes de despedirse definitivamente en el verano de 2008.
Rascón Banda, Víctor Hugo, Intolerancias, México, Ed. Juan Pablos-UNAM, 2005, 165 pp.
Rascón Banda, Víctor Hugo, Intolerancias, México, Ed. Juan Pablos-UNAM, 2005, 165 pp.
Reseña publicada originalmente en el suplemento Hoja por Hoja, # 98, 2-7-2005.