19/7/13

Subvenciones teatrales (hasta 1950)

Virginia Fábregas, primera artista teatral subvencionada en el siglo XX
Entendidas como apoyos estatales para el desarrollo del teatro nacional, se consignan aquí algunos de los más relevantes casos de que se tienen noticia hasta la mitad del siglo XX.

     Debido a los fines didácticos y evangelizadores que tuvo el teatro durante el primer siglo de dominio español resulta natural suponer que éste gozara de estímulos y premios especiales, tal como el que a partir de 1565 acordó otorgar cada año el Cabildo eclesiástico a la "mejor representación o letra que se hiciera para representar el día de Corpus". Con todo, no fue hasta fines del siglo XVI que, según se tiene noticia, se otorgó el primer salario a un autor -el bachiller Villalobos-, para que se encargara de escribir la letra de tres fiestas religiosas. Esta primera tentativa de subvención da muestra del principal problema que han enfrentado tales iniciativas, según se desprende de la demanda que el propio Cabildo intentó formular años después contra el bachiller Villalobos por supuesto incumplimiento de su compromiso.

     No encontramos en los siglos XVII y XVIII casos específicos de subvención, a no ser la protección al teatro decretada durante el brevísimo mandato del virrey Bernardo de Gálvez (1785-86), en el marco del cual fue remodelado el nuevo Coliseo.  

    A fines de la guerra de Independencia, en cambio, el teatro vivió una situación inusitada al encontrarse que un gran porcentaje de actores y compañías, siendo de nacionalidad española, se vieron en la necesidad de abandonar el país y marchar a Cuba dado el Decreto de expulsión de 1827. Resultando imposible conformar una compañía que atrajera el interés del público hacia el apenas rebautizado teatro Principal, el gobierno de Anastasio Bustamante facultó en 1830 al coronel Manuel de la Barrera para realizar los trámites que permitieran el regreso de algunos importantes actores españoles y la conformación de una compañía subvencionada con 20 mil pesos anuales, de manera que se ofreciera al público una actividad teatral "digna de su ilustración". 
     Importantes apoyos económicos tuvieron los artistas de teatro y música durante el breve periodo imperial de Maximiliano. Algunas compañías de opera italiana, como la de Annibale Biacchi, recibieron cuantiosas sumas mensuales por realizar algunas funciones para el emperador y las clases altas de la Ciudad de México. No obstante, según consigna Olavarría y Ferrari, el "desventurado príncipe austriaco" también apoyó cuanto pudo a los artistas mexicanos: "a Melesio Morales le facilitó la suma necesaria para contentar a Biacchi, con motivo de la representación de Ildegonda; a los primeros actores de la Compañía Dramática del Principal, los nombró actores de Cámara, y los llamó a dar una lujosísima representación de la primera parte de Don Juan tenorio, en un precioso teatro que expresamente mandó levantar en un gran salón de Palacio. A cuantos artistas acudieron a Maximiliano, a otros tantos protegió y obsequió con esplendidez". 
     Una esplendidez similar encontramos en el periodo presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada, lo que viene a corroborar el interés de algunos gobiernos impopulares por agenciarse la simpatía de los sectores artísticos e intelectuales. En 1875 su gobierno otorgó una subvención de 4 mil pesos anuales al Conservatorio de Música y Declamación con el objeto de mantener una compañía teatral que no sólo realizara temporadas en el teatro que la escuela acababa de inaugurar, sino que se encargara de dar clases de declamación a los alumnos del Conservatorio. Dicha compañía estuvo a cargo del actor Enrique Guasp. Entre las condiciones que se le impusieron para recibir sus pagos estuvieron la obligación de montar obras de autores mexicanos, de cuyas percepciones por concepto de taquilla se entregaría el 25 % al autor y el resto quedaría para la compañía. Otra condición impuesta fue que, en caso de verse necesitada de suplir a un actor, la compañía daría preferencia a los alumnos del Conservatorio que reunieran las dotes requeridas. Un año después, gracias a las disposiciones que otorgaban beneficios a los estrenos de autores nacionales, se verificó el mayor número de puestas en escena de obras mexicanas de que se tenga noticia en el siglo XIX, 43 en total, lo que hace afirmar a Reyes de la Maza que 1876 queda, "dentro de la historia de los espectáculos en nuestro país, como el año del teatro mexicano".
     Durante el profiriato fueron repetidos los casos de apoyos económicos a compañías teatrales, lo que también llegó a producir severas críticas de la opinión pública, como la que en 1894 se lanzó contra la Cía. de opera italiana de Sieni que, cobrando tres pesos por luneta, recibía una subvención de 1 300 pesos. Al respecto, El Monitor llegó a publicar una nota en la que se preguntaba por qué el Ayuntamiento "subvenciona a una Compañía de opera con el dinero de la comunidad, para que vayan a divertirse sólo los ricos. ¿Qué bienes le resultan a la ciudad con ese desembolso? Ni siquiera sirve esa subvención para que ponga los precisos de entrada al nivel de la generalidad de las fortunas". 
     La primera subvención otorgada en el presente siglo suele ser atribuida a la Cía. Virginia Fábregas, que en 1902 recibió un apoyo estatal de mil pesos mensuales con el objeto de presentar preferentemente obras de autor nacional. Con tal motivo estrenaron a principios de 1903 la obra Guadalupe, de Marcelino Dávalos, y poco después organizaron una función para ayudar a los damnificados por la peste bubónica que en esos momentos azotaba al puerto de Mazatlán. Con todo, a los pocos meses de iniciada la beca, los esposos Francisco Cardona y Virginia Fábregas emprendieron un viaje a España que hizo suspender definitivamente el apoyo estatal. En otro tipo de apoyo, que durante el siglo se hará continua y selectivamente, ese mismo año la actriz Eugenia Torres fue becada para estudiar en España al lado de María Guerrero. Pocos años después Torres regresó y pagó el apoyo dando clases en el Conservatorio y formando una compañia con los alumnos de la misma. 
Hacia 1905 el Ministerio de Instrucción Pública pretendió estimular la creación dramática nacional a través de concursos que asegurarían a los triunfadores el estreno de sus obras. Así fue como en 1906 se estrenaron Cerebro y Corazón, de Teresa Farías de Isassi, El Conde de Villamediada, de Rafael de Zayas, y Ad majorem dei gloriam, de Alberto Michel, ganadoras del primer concurso convocado por dicha dependencia. Si ninguna de estas tres obras generó en su momento comentarios efusivos, la iniciativa se vino abajo en forma definitiva cuando, dos años después, el jurado convocado para el segundo concurso de obras dramáticas decidió declarar desierto el premio. 
     Se desconocen casos de subvención al teatro durante el periodo violento de la Revolución Mexicana, y durante los primeros años de estabilidad acaso se pueda mencionar como un hecho aislado el apoyo a la actriz Dora Vila para "perfeccionar su arte" en España. Mención especial merece, sin embargo, el intento por crear una compañía del Ayuntamiento de la Ciudad de México, en 1923, misma que durante su breve existencia fue conocida como Teatro Municipal. Para tal efecto se había difundido a principios de ese año una convocatoria para seleccionar a una compañía que debía representar teatralmente al Ayuntamiento. La elección recayó sobre la Cía. de María Teresa Montoya, misma que entre junio y diciembre de 1923 dio a conocer a diversos autores nacionales, además de representar su habitual repertorio español. 
     Con la creación de la Dirección de Acción Social del DDF, en 1929, los apoyos al teatro tuvieron alguna continuidad, aunque en casi todos los casos fueron otorgados a cambio de servicios específicos al estado, traducidos en términos de funciones populares, realización de obras didácticas, etc. Uno de los grupos que más beneficiado se vio por estos apoyos fue el de la Comedia Mexicana, ya que durante casi diez años presentó cinco temporadas con el respaldo del gobierno capitalino. Por su parte, la SEP también apoyo la actividad teatral, tal como lo muestra las subvenciones a diversos grupos experimentales como Escolares del teatro y el Teatro de Orientación. Otros grupos que de una u otra manera recibieron subvenciones o apoyos fueron el teatro del Murciélago (1924), la Cía. de Alfredo Gómez de la Vega (1926) y la Linetrna Mágica (1946).


Tomado de, Moncada, Luis Mario, Diccionario Histórico del Teatro en México (1900-1950)
Fuentes: Olavarría y Ferrari, Enrique de, Reseña histórica del teatro en México, México, Ed. Porrúa, 1961, pp. 11-2974 / Reyes de la Maza, Luis, El teatro en México con Lerdo y Díaz (1873-1879), pp. 38-39 / -----------, Circo, Maroma y teatropp. 351-52 / Archivo hemerográfico SITMEX.