11/10/21

Sangra, memoria, sangra

 

Buscando en mis archivos apareció esta presentación para el programa de mano del Otelo que la Compañía Nacional de Teatro produjo en 1995, bajo la dirección de José Solé. La reproduzco aquí porque encuentro en ella algunas referencias interesantes, casi todas rescatadas de las crónicas de Luis Reyes de la Maza. 

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Según crónicas teatrales de los  siglos XVIII y XIX aparecidas muy entrada nuestra centuria, no es sino hasta 1823 que se tiene noticia de alguna representación shakespereana en México, sólo que en versión operística a cargo de Rossini (precísamente Otelo). Tres años después se estrena, tal vez por primera vez, la tragedia del moro de Venecia en el teatro Principal, con las actuaciones de Andrés Prieto y la señora Gamborino. La crónica de El Iris destaca que “nunca antes había visto México igual reunión de actores” y sólo considera “impropio que Otelo entrase al senado con la capa en la mano”. Siendo el nombre de Shakespeare sumamente citado, ya sea por inspirar adaptaciones españolas, óperas o ballets, llama la atención los pocos registros que se tienen de sus estrenos, particularmente de esta obra que nos ocupa, considerada una de las más perfectas por su estructura y por la fuerza de sus personajes.

         Una de las razones para que esto suceda es la poca difusión impresa que tienen sus comedias y tragedias, hecho que motiva en abril de 1835 el siguiente comentario periodístico: 

Siendo aplaudida (Otelo) en todos los teatros de las naciones cultas donde se ha puesto en escena, habiendo hecho brillar pocas veces su mérito en la de esta capital y careciendo el público de ejemplares donde al menos el público (sic) pudiera leerla, ya que no disfruta de su representación, se está imprimiendo y saldrá a la luz el 22 de este mes en un cuaderno de a octavo, buena letra y de las mejores impresiones que se han hecho de ella. Se venderá en la alacena de la esquina del Portal de Mercaderes y Agustinos, en la otra que se halla  en la de Agustinos, y en la Calle del Espíritu Santo número 8.


No obstante su publicación, tendremos que esperar 45 años para encontrar el siguiente estreno de esta obra en el Teatro Nacional a cargo de la compañía de Leopoldo Burón, conocido artista español que pese la fama de la que es precedido, fracasa y aburre profundamente a los espectadores que “entre bostezos aplaudieron poco el esfuerzo del actor”. 

         En ese mismo teatro, pero en 1887, tiene lugar el más singular acontecimiento oteliano del XIX que, por ser de interés, reproducimos en palabras del cronista: “Sieni había asegurado a (el empresario Isidoro) Pastor que en el transcurso del primer abono se daría a conocer al público de México la más reciente producción de Verdi, Otelo, estrenada en Milán ese mismo año y aún no cantada en París. Al pedir a Italia la instrumentación, a la Casa Ricordi, Pastor recibió como contestación que no era posible vender los derechos de esa ópera a ningún país mientras no se estrenase en Francia. Esta noticia sublevó al empresario, que ya había hecho anunciar la ópera como una de sus principales atracciones de la temporada. Volvió a escribir a Ricordi y la contestación fue la misma. Entonces Pastor se dirigió a un músico amigo suyo que vivía en Milán y le pidió que asistiese a varias de las funciones del Otelo y copiara la música, instrumentándola luego como él quisiese. Con la carta iba también la promesa de una buena suma si hacía lo pedido. El maestro italiano no lo pensó dos veces: fue al Scala y, con el papel pautado en mano, copió nota a nota la ópera íntegra; la instrumentó a su placer y la envió a México. Pastor confesó al público capitalino la verdad para que no se sintiera engañado si llegaba a conocerla más tarde. De este modo, con una instrumentación apócrifa, se estrenó en México, antes que en ninguna otra parte del mundo a excepción de Italia, el Otelo, de Giuseppe Verdi”[1].

         El siglo XX ha sido, por mucho, más generoso con el dramaturgo inglés al ocupar su nombre las más importantes marquesinas del mundo. En nuestro país, es el teatro Arbeu el primero durante la presente centuria que anuncia la “sublime  obra de gran aparato, lujoso vestuario y vistosas decoraciones: Otelo, o El moro de Venecia”, con las actuaciones de Don Felipe Montoya y Alarcón (padre de la sin par María Tereza) y Consuelo López como Desdémona. Es el año de 1902, y los precios de las entradas fluctúan entre $4.00 por una platea con seis lugares y 6 centavos por un sitio en la galería. 

         No obstante,  será  hasta  la segunda mitad del siglo que Shakespeare se vuelva autor obligado en el repertorio  de compañías estudiantiles y profesionales. Por eso no resulta raro que Otelo sea una de las primeras producciones realizadas por el Patronato de teatros del Seguro Social, en 1960, bajo la dirección de Ignacio Retes y con las actuaciones de Ignacio López Tarso como el moro, Manola Saavedra como Desdémona, y José Gálvez como Yago. 

         Si en esta puesta en escena todavía puede hablarse de una interpretación convencional, Otelo será reivindicado más adelante bajo una perspectiva experimental en montajes como el que la Compañía de la Universidad Veracruzana presenta en la Ciudad de México hacia 1984. En él, según afirma Malkah Rabell, la directora Martha Luna ha pretendido recrear un “zoológico shakespereano” al dotar a los personajes de las cualidades de diversos animales. Así -agrega Fernando de Ita-, se proponen contar la “ingenua desesperación amorosa de moro, más con los músculos, con los impulsos anímicos, glandulares, adrenalínicos de los actores, que con el texto romántico de Shakespeare”.

         Con el mismo espíritu, aunque con distinta propuesta, el grupo Teatro en Vecindades hace suya la obra en 1988 y, mediante una paráfrasis titulada Pareces un Otelo, la presenta en innumerables vecindades y parques del D.F., así como del interior de la república y Estados Unidos. La esencia de su propuesta consiste en transportar el conflicto veneciano al ambiente de vecindario citadino en donde las intrigas y las pasiones surgen a ritmo de mambo y de danzón. El inusitado éxito de dicha propuesta corrobora la vigencia del drama shakespereano y obliga a relecturas del texto original.

         Hoy, 172 años después de su arribo a nuestro territorio, Otelo cumple una nueva cita con el público mexicano y lo hace en un contexto particularmente complejo para el país. No es poca la expectación por conocer qué dice Shakespeare a este público finimilenario, sin embargo, para saberlo habrá que esperar a que baje el telón. El encuentro podrá ser venturoso o modesto, tendrá tintes clásicos o modernos, pero sin duda alimentará la memoria y escribirá una página más de la vida de Otelo en México.

LMM-1995





Otelo de Wiliam Shakespeare. 
Dir. José Solé. 
Esc y vest. Mónica Raya
Ilum. Gabriel Pascal
Con Salvador Sánchez, Mario Iván Martínez, Annete Cuburu, Víctor Hugo Martín, Miguel SolórzanoÓscar Flores y Fernando Rubio, entre otros. 

Compañía Nacional de Teatro, Teatro Julio Castillo. 1995. 


[1] Esta y todas las citas correspondientes al s. XIX fueron tomadas de las crónicas de Luis Reyes de la Maza.



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