Aunque no podamos asegurar que De insomnio y medianoche se gestó en algún taller de José Sánchis Sinisterra, resulta evidente que el impulso para escribirla procede de sus ejercicios en torno a la dramaturgia narrativa y, más concretamente, a su propuesta de intervención dramatúrgica al relato Sospecha, de Thomas Bernhard, un texto de apenas 20 líneas que, camuflado bajo una “aséptica crónica de tribunal” sugiere múltiples omisiones que, a la postre, se convertirán en materia fecunda para la intervención autoral. Lo anterior nos lleva a deducir con cierta ironía que una de las obras capitales del teatro mexicano de los albores del siglo tiene como motivación original un mero ejercicio de taller.
Pero hasta aquí las referencias y las deudas con materiales preexistentes. Esta obra de Edgar Chías debe ser valorada por sus propios méritos, que no son pocos: en primer lugar, porque constituye una indagación seria en torno a la edificación del personaje a partir del verbo: el texto elude el empleo de acotaciones y deja a las voces en libertad para descubrirnos (y otras tantas para ocultarnos) la personalidad de sus emisores, alcanzando un consistente efecto de atracción. Por otra parte, porque elude toda obviedad de conflicto para construir, escena con escena, un duelo enigmático sustentado en el manejo del claroscuro; y finalmente, porque recupera para el teatro el rigor literario tan cuestionado entre las últimas generaciones de dramaturgos. Pero más allá de sus valores formales, De insomnio y medianoche se queda en la memoria por su peculiar manera de explorar la atracción irracional que el hombre siente por los abismos. Con esta obra Edgar Chías ostenta el honor de ser el primer dramaturgo mexicano (después de Sor Juana) estrenado en el Reino Unido, nada menos que en el legendario Royal Court Theatre, cuna de la renovación dramatúrgica británica en el siglo XX. Suponemos que su éxito no ha sido casual ni aislado; junto con El cielo en la piel y Crack o de las cosas sin nombre, De insomnio y medianoche redondea una triada de obras indispensables para percibir, desde el teatro, el pulso de una sociedad en su propia encrucijada.
Pero hasta aquí las referencias y las deudas con materiales preexistentes. Esta obra de Edgar Chías debe ser valorada por sus propios méritos, que no son pocos: en primer lugar, porque constituye una indagación seria en torno a la edificación del personaje a partir del verbo: el texto elude el empleo de acotaciones y deja a las voces en libertad para descubrirnos (y otras tantas para ocultarnos) la personalidad de sus emisores, alcanzando un consistente efecto de atracción. Por otra parte, porque elude toda obviedad de conflicto para construir, escena con escena, un duelo enigmático sustentado en el manejo del claroscuro; y finalmente, porque recupera para el teatro el rigor literario tan cuestionado entre las últimas generaciones de dramaturgos. Pero más allá de sus valores formales, De insomnio y medianoche se queda en la memoria por su peculiar manera de explorar la atracción irracional que el hombre siente por los abismos. Con esta obra Edgar Chías ostenta el honor de ser el primer dramaturgo mexicano (después de Sor Juana) estrenado en el Reino Unido, nada menos que en el legendario Royal Court Theatre, cuna de la renovación dramatúrgica británica en el siglo XX. Suponemos que su éxito no ha sido casual ni aislado; junto con El cielo en la piel y Crack o de las cosas sin nombre, De insomnio y medianoche redondea una triada de obras indispensables para percibir, desde el teatro, el pulso de una sociedad en su propia encrucijada.
Chías, Edgar, De insomnio y medianoche, México, Ediciones El Milagro (Col. Teatro emergente), 2008, 64 pp.
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