No he visto la película, pero me detengo en la primera escena, que reúne drama, música y pintura para conjugar un momento de poesía absoluta.
Fue Naief Yehya quien lo trajo a colación en el suplemento de La Jornada Semanal http://www.jornada.unam.mx/2012/03/25/sem-naief.html al hablar de un filme apocalíptico, el último de Bela Tarr, que muestra a una "humanidad abandonada que es borrada de la superficie de la Tierra por feroces vientos". La película empieza con un pequeño relato sobre fondo negro que dice así:
"En 1889, en la ciudad de Turín, Friedrich Nietzsche, a unos pasos de su puerta vio al conductor de una carreta que luchaba para hacer que su caballo se moviera. Desesperado, el hombre comenzó a pegarle furiosamente con el látigo. Nietzsche se lanzó entonces a abrazar al animal, protegiéndolo con su cuerpo mientras sollozaba".
"En la mitología nietzscheana –cuenta Yehya–, con este episodio comenzó el declive mental del autor de Así hablaba Zaratustra que concluyó con su muerte, la cual probablemente se debió a la sífilis. A partir de esta conocida anécdota, narrada en off, Tarr se pregunta qué sucedió con ese caballo".
Allí empieza una historia que probablemente no tenga que ver con el relato inicial, pero establece un parámetro emocional que, al menos a juzgar por la primera escena, resulta de una demoledora belleza. Allí me detengo, para volver a contemplarla con el acomañamiento musical de Vigh Mihaly, esperando el momento anímico para ver la película completa.
Allí empieza una historia que probablemente no tenga que ver con el relato inicial, pero establece un parámetro emocional que, al menos a juzgar por la primera escena, resulta de una demoledora belleza. Allí me detengo, para volver a contemplarla con el acomañamiento musical de Vigh Mihaly, esperando el momento anímico para ver la película completa.
1 comentario:
Una joya.
Publicar un comentario