9/3/13

Heiner Goebbels y el teatro musical


Heiner Goebbelse (Alemania, 1952) obtuvo el año pasado el Premio Internacional Ibsen, un reconocimiento que en el pasado sólo han merecido Peter Brook, Arianne Mnouchkine y el dramaturgo noruego Jon Fosse. A pesar de eso, y de haber presentado en el Festival de México de 2011 su impronunciable Eraritjaritjaka (Museo de las frases), prácticamente desconocemos su amplia producción de más de 20 años, que incluye composiciones orquestales, discos de jazz, instalaciones sonoras y piezas escénicas que él suele bautizar como teatro musical.
Goebbels parece ser ante todo un explorador de las posibilidades del sonido en el espacio y, a últimas fechas, un consumado pintor de la escena. A decir de las críticas que nos hemos encontrado en Internet, se trata de uno de los artistas que están definiendo los rumbos de la escena contemporánea; rumbos que se alejan cada vez más de la historia, o por decirlo de otra manera, de la causalidad de la historia.
La obra es “una reacción en cadena de pensamientos, palabras, acciones, imágenes, olores y sonidos", acaba de formular en una entrevista para El País, a propósito del reestreno de Max Black (1998), obra que junto con Eraritjaritjaka (2004) y Ou bien le débarquement désastreux (1993) conforma la trilogía realizada en colaboración directa con el actor belga Andre Wilms.
“Mis obras tienen todos los elementos del teatro: texto, fuego, iluminación y música. La clave está en lograr que ninguno destaque por encima de otro y que todos formen parte del mismo engranaje”. 
Congruente con los postulados del teatro postdramático frente al discurso dominante del cine y de los medios de comunicación, Goebbels afirma que “cada vez es más crucial defender el teatro como un lugar para la libertad y para la imaginación. Por esta misma razón el teatro tiene que cambiar y renunciar a ofrecer mensajes e historias. Ya hay demasiadas de las dos. Hay que buscar un teatro que huela, que vaya más allá del texto. No podemos cambiar el mundo pero sí podemos abrir los ojos para que nuestra relación con este mundo sea más crítica”.
Incluso refiere que la palabra importa en escena más por su textura sonora que por su significado. No es a través de la guía verbal que se lleva al espectador de una acción a otra, sino que ésta debe ser entendida sólo como un elemento más.
En una entrevista para The Telegraph, Ivan Hewett pregunta si la intención de Goebbels va en el mismo sentido que la de Wagner con sus óperas, hace 150 años, al pretender la combinación de todas las artes, pero Goebbels ataja que de ninguna manera, pues en Wagner todos los elementos trabajan para el mismo fin, “lo que se ve es lo mismo que se escucha; en mi trabajo, en cambio, la iluminación, las palabras, la música, los sonidos, todas son formas en sí mismas, lo que yo busco es una polifonía en la que todos los elementos mantengan su integridad”.
Para ir dando forma didáctica a sus búsquedas, Goebbels preside desde 2006 la Academia de Teatro de Hessen, una red de educación que abarca cuatro universidades y una decena de teatros; como parte de sus aportaciones, ha creado un máster para coreografía e interpretación, así como el Frankfurt LAB, proyecto de arte y pedagogía aplicadas a la creación.   
Desgraciadamente estamos muy lejos para poder adentrarnos en sus propuestas y corroborar presencialmente los estímulos que mueven sus creaciones. Quedémonos, por lo pronto, con el resignado aprecio de estos fragmentos exquisitos del paraíso al que nos invita.


Más información en: http://www.heinergoebbels.com

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