2/8/20

Medio siglo sin María Teresa Montoya



El día primero de agosto se cumplieron 50 años del fallecimiento de María Teresa Montoya, nombre obligado al referirse al teatro mexicano de la primera mitad del siglo XX. Considerada la gran trágica de nuestra escena, sus exitosas interpretaciones, así como su presencia permanente en los escenarios de habla hispana, le valieron el calificativo de Primera actriz de América.

     Hija de los actores Felipe Montoya y Alarcón y Dolores Pardavé (por tanto, prima de Joaquín Pardavé), apareció por primera vez en escena a los tres meses de edad y, desde entonces, no dejó de participar en la compañía de su padre hasta su muerte en 1908. Antes de cumplir los 20 años ya había fundado su propia compañía con la que recibió el honorable calificativo de “trágica”, y poco después encabezó la primera compañía subvencionada por el gobierno de la Ciudad de México. 


En 1930 obtuvo el reconocimiento unánime del público y la prensa española luego de su interpretación de Raimunda en La malquerida. 

En 1934 formó parte del elenco de La verdad sospechosa, obra con la que ese año se inauguró el Palacio de Bellas Artes. Su interés por el rescate y la promoción de la dramaturgia mexicana fue refrendado en múltiples ocasiones, convirtiéndose en la actriz que más obras de autores nacionales estrenó durante la primera mitad del siglo. Por recomendación de un vidente, decidió cambiar la "s" de Teresa por una "z", aunque después volvió al nombre original, por lo que es común encontrar su nombre escrito de una forma o de la otra. Según cuenta en sus memorias, a la mitad de una gira por Sudamérica en 1948 quedó atrapada en medio del llamado Bogotazo, un levantamiento espontáneo causado por el asesinato del líder político Jorge Eliezer Gaitán que obligó a que ella y su compañía se atrincherasen en el teatro mientras la rebelión era sofocada. 

Cabe destacar el hecho de que una actriz formada en la declamatoria escuela española de actuación, que resultaría exagerada para los actuales gustos del público teatral, se haya arriesgado con Madre Valor (1963), de Bertolt Brecht, entre otros textos vanguardistas. No obstante, su trabajo no estuvo exento de críticas, entre las que sobresale la de Seki Sano, quien la hizo responsable del arcaico estilo de actuación preponderante en los escenarios mexicanos. Estas declaraciones propiciaron una reacción iracunda contra el director japonés, quien terminaría matizando su comentario al afirmar que el “Montoyismo” no era una crítica a la actriz, sino a la influencia que su estilo ejercía entre actores con menos talento. Entre los múltiples reconocimientos recibidos destacan las Palmas Académicas que le otorgó el gobierno francés. Fueron más de 600 obras las que estrenó a lo largo de su carrera. Como bien señala su nieto Gerardo Kleinburg, llama la atención que, con sus méritos, no haya sido considerada para permanecer en la Rotonda de las Personas Ilustres.
    Para mayores datos sobre esta genial actriz, consultar la letra "M" de mi Diccionario Histórico, incluido en este mismo blog. 

Fotos tomadas de María Tereza Montoya, Réquiem por una trágica (1995), México, Citru-INBA, 84pp. 

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