9/10/23

Mi vida en la butaca

 

Lo mejor que podría hacer para recomendar este ensayo es citarlo una y otra vez porque sus argumentos son cristalinos y contundentes. “Yo les hablo desde el lugar de quien contempla”, dice a rajatabla, y en ningún momento titubea en su postura a pesar de que –ahora lo saben todos–, su autor(a) suele hablar también desde el lado del que se “es mirado”. No es el caso de este escrito, especie de apología de la contemplación escénica, que desde la butaca recorre un abanico de temas digno de un tratado mayor, hasta desembocar en la definición que el prestigiado Diccionario Pavis tiene del término “Espectador”: no existe. En alguna medida “se reconoce  la acción, pero no al sujeto”, sostiene Jimena Eme, digo, Augusto Blanco, y con esta sentencia confirma que allí radican buena parte de los malentendidos y desencuentros entre público y artistas.  Mi vida en la butaca es una lúcida e implacable declaración de amor al arte de espectar, que corrige con elegancia a Brook y a Brecht, así como a otros creadores que no han mirado que del otro lado hay un sujeto pensante que también forma parte del juego.



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