30/6/13

Pax Porfiriana

 

EXT. JARDINES EN LA FINCA DE PORFIRIO DÍAZ / DÍA

Plano secuencia: Un grupo de niños corre entre los árboles de la finca jugando a los encantados. Todos ellos, hermosos y pulcros con sus trajes elegantes.

En súper:  Oaxaca, 1881.

Saúl (11) y Beto (10), de rasgos mestizos ambos, se esconden detrás de un enorme tronco:

SAÚL
¿Los viste?
BETO
Es que no deja de correr. 
SAÚL
¡Son azules! ¡Yo los vi!

22/6/13

RAM

¡Puta mierda!
Que han pasado los años
desde que mi cabeza funcionaba
y funcionaba muy bien
(como sección amarilla)
mi memoria
un almacén de datos
no siempre útiles
los datos
lista para impresionar a más de uno
la velocidad para recordar
decenas de teléfonos almacenados en el cerebro

9/6/13

Vicente Leñero, 80 años

Foto: Archivo El Universal

No fue propiamente mi maestro, pero la lectura y la observación escénica de sus textos fueron mi mejor guía durante los años de formación; asistir a cualquiera de sus montajes durante los Ochenta significaba descubrir siempre un dilema formal y una sorprendente tentativa de resolución, por eso hasta fines de los Noventa que decidió cerrar su changarro de textos teatrales, vi sus obras religiosa y puntualmente; por un breve periodo me sentí privilegiado de entrar a su estudio una vez por semana para tomar un taller de análisis dramático; recuerdo como el mayor triunfo que una tarde me recibiera en las oficinas de Proceso para darme sus notas a uno de mis textos. A partir de entonces abrigué la esperanza de volverme su amigo (el gusto por el dominó y el béisbol parecían buenos pretextos para conseguirlo), pero eso nunca ocurrió; incluso años después escuché de soslayo su queja porque yo acaparaba demasiados proyectos institucionales –nunca tantos como él–. Como sea, hoy que cumple 80 años y que todos lo festejamos por lo que significa para el teatro, para el periodismo y para la cultura de este país, se impone subrayar su magisterio sobre mi generación y recordar algunas de sus aportaciones a la dramaturgia nacional, sobre todo en su primera etapa de creación.

7/6/13

Lecciones de los alumnos


Desde su primera edición en 2002 la Semana Internacional de Dramaturgia Contemporánea ha procurado abrir espacios al intercambio entre autores e investigadores de distintas latitudes, siempre con la intención de enriquecer las experiencias y proveer herramientas teóricas y prácticas a las nuevas generaciones de creadores teatrales. El evento ha contado en suma con la participación de dramaturgos, académicos y promotores de tres continentes y de al menos cinco lenguas, quienes además de presentar lo último de la dramaturgia mundial han propiciado agudos debates sobre temas de interés particular, entre los que destacan, por ejemplo, los conceptos de territorialidad y globalización; la dramaturgia del actor, los procesos pedagógicos o las estrategias para impulsar las traducciones teatrales.

6/6/13

El teatro en México 1900-1990, una base de datos


La investigación documental en el teatro ha sido siempre un trabajo de forenses. Cuando la obra termina comienza el mito, que no es otra cosa que la recreación de los hechos basada en la percepción subjetiva y en uno que otro documento para dar verosimilitud al testimonio. Lo que tenemos como materia de trabajo son los despojos de un cadáver que, bien analizados, nos ayudan a conjeturar – nunca a saber– cómo fue en vida y cuáles eran las dolencias del occiso. Si como afirma Dubatti (2003)[1], el acontecimiento teatral es una “experiencia vital intransferible (no comunicable a quien no asiste al convivio)”, a lo más que aspira el investigador es a levantar un cementerio de guerra en donde antes hubo una fiesta ritual. Tal es el caso de esta obra: un recorrido colosal por el cementerio teatral del pasado siglo que, no obstante, en cada una de sus lápidas deja traslucir los nombres de una gloria pasada, a veces incluso de una existencia heroica. Este cementerio no distingue entre hijos pródigos y malditos, entre preseas de 24 kilates y flores marchitas de un día; es un camposanto con lápidas idénticas (en apariencia), alineadas con igual importancia unas detrás de otras; su trazo simétrico y escrupuloso es fruto de la democrática intención de no develar ni más ni menos cariño por alguno de los trece mil hijos del teatro que aquí yacen para su observación.