6/2/10

El color del Cristal (2a parte)


Si tienen un poco de paciencia y llegan al final verán una curiosa celebración de fin de temporada, con todo y sacrificio de cristal.

5/2/10

El Color del Cristal (1a parte)


El texto de esta obra fue escrito entre el 17 y el 19 de septiembre de 1996 para ser llevado a escena mes y medio más tarde dentro de los ciclos de Laboratorio teatral organizados por la UNAM en el teatro Santa Catarina. Teniendo como base la noticia del asesinato del magistrado Abraham Polo Uscanga (caso paradójico en el que el principal sospechoso era el presidente de la Suprema Corte de Justicia), se elaboró una primera versión que después fue enriquecida con las ideas escénicas del resto del grupo. Se trataba de hacer un juicio lúdico al concepto de verdad tomando como premisas, por un lado, la instalación de José Miguel González Casanova titulada "Verdad-Mentira", así como los célebres versos de Canpoamor que precisamente dan título a esta obra: En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. 

EL COLOR DEL CRISTAL

Una creación colectiva de
EL LUGAR COMUN

se estrenó en noviembre de 1996 en el teatro Santa Catarina
con los siguientes créditos:

Texto: Luis Mario Moncada
Sonido: Héctor González Barbone
Coreografía: Rubi Tagle
Iluminación: Juliana Faesler
Producción: Claudia Romero
Concepción plástica: José Miguel González Casanova
Dirección: Iona Weissberg

Actor 1: Luis Artagnan
Actor 2: Julieta Ortiz
Actor 3: Juan Carlos Vives

Asistentes:
Viviana Aguirre
Hermes Damián
Ricardo Esquerra

Verdad-Mentira


Al hablar de El Color del Cristal comenté que la obra se basó en la instalación VERDAD-MENTIRA, de José Miguel González Casanova. Según entiendo, su pieza surgió a partir de un ejercicio intelectual que  consistió en buscar el sinónimo más cercano a la palabra "mentira", y así subsecuentemente hasta llegar, después de 64 sinónimos, a "verdad". Compruébenlo aquí mismo –o abran su propio diccionario– y llegarán a la conclusión de que "mentira" y "verdad" son sinónimos. También hay otras simetrías que se aprecian: a 15 palabras de "mentira" encontramos "ingenio", mientras que a 15 de "verdad" se encuentra "caos". Pero justo en medio, como un soporte rocoso, se encuentra "institución, y apenas a un lado –vigilante– la palabra "ley": la institución, vigilada por la ley, determina el equilibrio entre la verdad y la mentira. Esta es sólo una de las interpretaciones para este tablero de palabras. Particularmente me divierte encontrar que equidistantes 18 palabras de "verdad" y "mentira" se encuentran "imaginación" y "subversión"., y aún más, resulta que justo partiendo el tablero en cuatro cuartos están "gracia" y "confusión", y así...




Mentira - falsedad - superchería - estafa - fraude - simulación -simulacro - maniobra - manipulación - manejo - uso - utilidad - beneficio - bien - favor - gracia - donaire - ingenio - inteligencia - imaginación - idea - concepto - conocimiento - conciencia - alma - espíritu - principio - base - ley - estatuto - establecimiento - institución - creación - construcción - edificación - obra - trabajo - faena - ocupación - actividad - movimiento - cambio - vuelta - inversión - subversión - desorden - caos - confusión - bulla - ruido - alboroto - disturbio - contienda - cuestión - pregunta - duda - sospecha - suposición - fe - certidumbre - certeza - verdad.
Otro aspecto que apenas se observa al acercarnos en detalle es que cada palabra está hecha con tipos de imprenta unidos con chicle, lo que acentúa la relación subjetiva de la verdad y la mentira con el acto del habla.  

Lo que no me explica la obra es por qué las palabras están al revés. ¿Otra vuelta a la tuerca?

1/2/10

Actúa con los pies


Hubo un hombre que durante muchos años estudió el teatro Noh hasta que un día su maestro, reconociendo su esfuerzo, le dijo que merecía recibir las tradiciones ocultas de la actuación por lo que puso en sus manos una réplica del codiciado libro secreto del Noh. Lleno de alegría el estudiante agradeció a su maestro y corrió a buscar un lugar apartado donde leer el apreciado libro. Entonces abrió la cubierta. La primera página estaba en blanco. La siguiente página también, y así sucesivamente hasta llegar a la última hoja, que sólo contenía una pequeña frase: “Deposita tu fuerza en el dedo meñique”. El estudiante quedó perplejo; no entendía absolutamente nada. Sin embargo, luego recordó que un consejo similar se daba en las artes marciales. Después de reflexionar largo tiempo sobre la cuestión, incluso de discutirlo con su maestro y realizar innumerables ejercicios, el estudiante vislumbró que el arte de la actuación podía consistir en alejar la energía de la cabeza y comenzar a aprender con el cuerpo.
     Aunque El actor invisible es un libro sobre técnica actoral, resulta fundamentalmente un libro plagado de pequeñas historias, suerte de ilustraciones anecdóticas que impulsan al desmenuzamiento metódico de sus partes. A diferencia de lo que se proponía en Un actor a la deriva (El Milagro, 2003), un volumen iniciático que daba cuenta de la confrontación del actor formado en la tradición oriental con las experiencias del teatro europeo, en esta ocasión Yoshi Oida se concentra en el entrenamiento del actor, y al hacerlo nos devela algunos de los centenarios secretos del Noh, el kabuki y el kyogen.
     Resulta por demás curioso descubrir cómo la educación actoral propuesta por Oida comienza y termina por los pies (una conclusión a la que también llegó Antonio González Caballero con su método, aún más secreto y desconocido que el del teatro Noh). Por ello Oida cita un viejo dicho según el cual “la gente común y corriente respira por el pecho, el sabio por el hara o el abdomen y el adiestrado (actores y samurais) por los pies”. Tal vez no resulte novedoso adentrarse en algunos aspectos de la técnica oriental; desde la década del Setenta ha sido frecuente la aparición de estudios sobre las características del banraku, el teatro balinés y otras tradiciones centenarias; baste citar la extraordinaria Anatomía del  Actor de Barba (Escenología, 198?); lo que El actor invisible aporta a nuestra visión es la experiencia de un actor formado en aquella tradición que ha logrado aplicar sus enseñanzas en el teatro occidental, incluso en el cine y la televisión.
     Cinco son las lecciones propuestas por Yoshi Oida en este volumen: el entrenamiento cotidiano, el movimiento, la actuación, el acto del habla y el aprendizaje. Todas ellas parten de la construcción externa; de hecho el trabajo emotivo y psicológico ocupa un lugar marginal en estas notas, lo que resulta por demás saludable. En todo caso el maestro privilegia la progresión rítmica (el jo-ha-kyu), la cadencia, la respiración, el tiempo y la percepción del público como instrumentos para manipular las sensaciones que el personaje debe producir en la audiencia. Por momentos pareciera que Oida habla de trucos efectistas, como aquel donde sugiere la interrupción de la respiración en momentos sumamente dramáticos, pero tal como afirma Peter Brook en el prefacio, la ilusión que nos transmite Yoshi Oida no puede ser por arte de magia, tiene que ser “sólo por arte”.
     Para aquellos que, como yo, no somos muy afectos a los libros de actuación, habrá que decir que El actor invisible se lee con placer y asombro, pero sobre todo con la sensación de que uno está accediendo a un libro secreto en el que ha de develarse una verdad oculta. Y esa verdad sale a la luz, no en forma absoluta, por supuesto, sino críptica, bruta, como un material para trabajar y trabajar. No en balde se afirma que todos los libros y cursos son los mapas del pasado que otro ha recorrido; un mapa que ha de asimilarse, pero que no evitará al estudiante hacer el recorrido con sus propios pies.

Oida, Yoshi, El actor invisible, México, Ediciones El Milagro, 2005, 197 pp.