17/12/10

El Top Ten de la actuación teatral

Vanessa Redgrave

La revista The Stage acaba de pedir a expertos del teatro inglés elaborar una lista con los 10 mejores actores escénicos de la historia. Aunque en el artículo que publica la revista este mes se especifica que los actores podrían ser de "cualquier país", no sorprende el sentido nacionalista de su selección, que se conforma con los siguientes nombres:

1st Judi Dench - 21.5% of the vote
2nd Maggie Smith - 18.2%
3rd Mark Rylance - 15.1%
4th Ian McKellen - 13.5%
5th Laurence Olivier - 11.5%
6th Paul Scofield - 7.7%
7th John Gielgud - 4.1%
8th Michael Gambon - 3.5%
9th Vanessa Redgrave - 3.2%
10th Ralph Richardson - 1.6%

Ejercicio ocioso aunque muy rentable, sin duda, uno se pregunta cómo se puede comparar a actores de diversas generaciones. En los deportes por lo menos hay records y títulos que ayudan a delinear la influencia de un jugador en una época determinada, pero ¿cómo se hace para analizar la importancia de un actor al que posiblemente ninguno de los "expertos" vio realmente en escena? Imposible encontrar una respuesta satisfactoria, lo que no impide caer en la misma tentación y preguntarnos, ahora que estamos a punto de disponernos para el ocio vacacional, ¿quienes son los mejores actores de habla hispana que nos ha tocado ver en escena?  ¿Quién merece estar en el top ten de nuestra historia teatral?  Yo aventuro algunos nombres mexicanos, aunque poniendo aparte a cómicos como Cantinflas, Pardavé, el "panzón" Soto y María Conesa, todos ellos con méritos para integrar esta lista:

María Teresa Montoya
Ofelia Guilmain
Ignacio López Tarso
Julieta Egurrola
Fernando Soler
Manolo Fábregas
Héctor Bonilla
Carmen Montejo
Claudio Obregón
Daniel Giménez Cacho


¿Qué opinan ustedes? ¿Quién sobra, quién falta, quién debía estar en primer lugar? Pienso también en artistas como Carlos Ancira, Carlos López Moctezuma, Silvia Pinal, Augusto Benedico, Angelina Peláez, Margarita Sanz, Lisa Owen y hasta Carmen Mastache –entre los jóvenes–, capaces de llenar cualquier escenario por sí mismos. ¿Basta una actuación memorable para ingresar al Olimpo teatral de nuestra historia?, ¿es la innovación, el carisma, la influencia o la versatilidad lo que importa?  ¿Dónde están esos expertos mexicanos e hispanoamericanos para opinar?

13/12/10

Wikileaks y la seguridad informativa


Se ha debatido estas semanas si las filtraciones informativas de Wikileaks son legales o constituyen una transgresión que pone en riesgo a estados y personas, pero el debate tendría que dar un paso adelante para posicionarse en torno al riesgo de que el suceso coyuntural de Wikileaks dé pie a una regulación, por no decir a un férreo control de la circulación informativa en internet. Los primeros pasos ya se han dado: la cancelación de operaciones a Wikileaks por parte de compañías como Amazon, Visa y Mastercard, quienes acusan a la organización no gubernamental de cometer actos delictivos –pese a que no existen denuncias concretas al respecto- nos habla, esa sí, de una atribución indebida de funciones con el propósito de castigar la disidencia. Por otro lado, ya los gobiernos comienzan a agendar el tema en sus congresos, con la intención de poner los primeros candados a la difusión de ciertos mensajes en internet.
             ¿En manos de quién estamos? Para hacer un ejercicio, el fin de semana pasado intenté cambiar temporalmente mi nombre de usuario de Facebook por el de “Anonymous”, en solidaridad con el movimiento de hackers que han pretendido responder a los ataques contra Wikileaks, pero la aplicación negó su autorización, lo que ratifica la existencia de filtros sobre determinados temas sensibles. ¿Cuáles son los criterios para aceptar o rechazar un nombre determinado? La aplicación no los aporta, simplemente niega.
            Leyendo las diversas reacciones al tema, encuentro algunas que, haciendo eco en la investigación de crímenes, hablan de rastrear al beneficiario para encontrar sentido a un suceso que ha tomado a todos por sorpresa. ¿Quién es el auténtico beneficiado por las filtraciones de Wikileaks? ¿Los usuarios, que acceden a información clasificada? ¿Los enemigos de Estados Unidos, que han puesto en evidencia al “policía global”? ¿El propio sistema de control que tomará la filtración anodina como pretexto para establecer reglas y castigos? Para dilucidarlo no hay que pensar en el primer golpe, sino en los que vienen, así que el tema que se ha puesto sobre la mesa dará mucho de qué hablar y posiblemente nos haga entrar a una nueva etapa de la red global.
            Más allá de que seamos testigos de una auténtica trama novelesca digna de Stieg Larsson (resulta providencial que Suecia sea una de las locaciones principales de esta historia) habrá que dejar la contemplación y asumirnos como activistas porque este suceso afectará sin duda nuestras formas actuales de comunicación. Yo lamento desconocer el arte del hacker, por lo que mi contribución hacktivista será casi nula, pero con mi nombre y rostro me sumo a los Anonymous defensores de la red como espacio sin dueño que debe ser expresión de absolutamente todas las posturas. 

17/11/10

La Cocina del Mundo


Si como afirma Calvino hay cierto tipo de obras que intentan convertirse en sistemas o modelos totales del universo, La cocina de Arnold Wesker es un buen ejemplo de esta proposición. Así como un siglo atrás lo hiciera Melville con su tripulación multirracial del Pequod –en donde el conflicto principal no es la caza de la ballena blanca, sino el entendimiento comunitario–, el dramaturgo británico encapsula en este restaurante, mejor dicho, en las tripas del restaurante, el bagaje de más de un puñado de culturas, expresándonos a través suyo lo precario que ha sido siempre el equilibrio del mundo.  Minúscula y enorme aspiración: retratar el universo a través de un gesto cotidiano que no se anda con diplomacias.

3/10/10

El cabaret místico de Jodorowsky



En el caso de Alejandro Jodorowsky resulta cada vez más difícil separar al personaje del autor. La percepción no es nueva, se remonta tal vez a la década del Sesenta cuando, conocido simplemente como Alexandro, inauguró la práctica de descolocar al público con sus efímeros pánicos. Llamados también happennings, performances o, en sus propios términos, actos poéticos que irrumpen en la realidad para modificar nuestra percepción del entorno, Jodorowsky debió hacerse protagonista de estas novedosas formas de intervención y, con ello, provocó que la gente, su público, lo mirara como un ser irreal, mitad persona y mitad personaje.
         Pero fue con la aparición de La danza de la realidad (Mondadori, 2000) que su vida terminó por convertirse en una novela. No dudamos de la veracidad de los acontecimientos narrados en su autobiografía, pero están concatenados de tal forma que uno parece asistir a otra más de sus fábulas; como si cada capítulo de su vida respondiese menos a los accidentes propios de nuestra diaria existencia que a una cierta causalidad aleccionadora. Cómo olvidar, por mencionar uno, el bochornoso encuentro con André Bretón, a quien descubrió sentado en el baño de su casa, con los pantalones en las rodillas; “había sorprendido cagando al sumo pontífice del surrealismo –escribe en su autobiografía-, no podía seguir pisando el mismo suelo que él… y me fui a México”.
         En los últimos años su producción literaria ha sido abundante y, no obstante, siempre asociada, tal vez ya definitivamente mimetizada, con sus experiencias en el campo de las artes curativas (o en la autoayuda, como pensarán otros más sarcásticos a quienes, no obstante, habría que responder que el prestigió de Jodorowsky como artista está fuera de toda duda). Y es que no deja de ser portentosa y desconcertante, aunque no exenta de una lógica muy personal, la evolución de un artista que comenzó como acróbata de circo y fue transitando de éste a la pantomima, al teatro (con todo y sus hallazgos parateatrales), al cine, el comic  y la interpretación del tarot para llegar, finalmente, a su creación más acabada: la psicomagia. Esta disciplina única (en tanto no se propone como escuela y tiene a Jodorowsky como exponente solitario) ha resultado de la apropiación de técnicas teatrales, psicoterapéuticas y del chamanismo para resolver los problemas psicológicos y hasta somáticos de sus pacientes. De alguna forma, explicará él mismo, la ruptura con el arte tradicional surgió cuando comprendió la incapacidad del artista para curar el dolor espiritual de las personas.
         Desde hace más de 30 años Jodorowsky  se ha consagrado a la atención de personas que lo escuchan como a un sacerdote, gurú, médico de almas, y en este tiempo ha venido perfeccionando sus técnicas de tratamiento. Cabaret místico es uno de sus últimos juguetes dramáticos y curativos, si bien resultado de años de exploración. De alguna manera tiene conexión con un trabajo anterior: La sabiduría de los chistes (1997), que abordaba los relatos humorísticos como lecciones de vida. En el caso de esta última publicación, se trata, podríamos decir, de la transcripción de las sesiones que periódicamente sostiene con una audiencia que escucha sus chistes y fábulas esperando la moraleja que ayude a mejorar sus vidas. A diferencia de las representaciones escénicas, el cabaret de Jodorowsky prescinde de luces, decorados e incluso, extraña paradoja jodorowskiana, de personajes. En sus palabras, el intérprete es una “persona tratando de encontrarse a sí misma” y usando para ello la técnica de la risa.
         En contraste con la psicomagia, que sirve a padecimientos espirituales muy específicos, Cabaret místico es un prontuario de vida, un llamado a misa que los adeptos valorarán con devoción y los escépticos tomarán con desconfianza.
         Pero yo debo fijar mi postura, y para ello nada mejor que un chiste tomado del último capítulo:
         “El hombre más viejo del mundo recibe la visita de un joven periodista activo e impetuoso.
-   Señor, usted, que ha logrado vivir tan enorme cantidad de años, ¿tiene un método?
-   Sí. Tengo un método.
-   ¿Y cuál es?
-   Algo muy simple; nunca contradigo a nadie.
-   ¿Sólo eso? ¡No es posible!
-   Sí, sí, no es posible”
Si necesita usted la explicación acuda velozmente a la página 270.  


Jodorowsky, Alejandro, Cabaret místico, México, Ed. Grijalbo/Mondadori, 2008, 288 pp. 

Notas sobre la Catarsis


Desde la aparición del escrito más antiguo sobre el teatro, la Poética de Aristóteles, el término Catarsis estuvo asociado exclusivamente a la tragedia: su propósito era  purificar las pasiones humanas a partir de la yuxtaposición de dos sentimientos contrastantes hacia el héroe: la conmiseración y el horror. La muerte de la tragedia –que Steiner diagnostica cuando el teatro adquiere conciencia ideológica–, supondría por tanto la desaparición de la experiencia catártica de los escenarios. Hasta aquí podemos seguir la formulación como una evolución lineal de los preceptos fundacionales. No obstante, ahora que Jorge Dubatti ha propuesto una "reconsideración ontológica del teatro como acontecimiento y zona de experiencia, superadora de los conceptos de 'teatro de la representación' y 'teatro de la presentación'"(1), cabría preguntarse si términos como éste no estarían sujetos también a una reconsideración. En abono de esta inquietud podemos hablar de la mención de la catarsis en escritos anteriores a la Poética, relacionados estos con la medicina y los humores del cuerpo. Todo lo anterior nos plantea elaborar algunas notas que, tal vez, inviten a preguntar sobre la inserción que la catarsis puede tener en el teatro contemporáneo. Serán notas sueltas, asociaciones libres, si se quiere, reseñas de otros autores, que en conjunto pretenden abrir el tema a discusión.


Dubatti, Jorge, Filosofía del teatro I, Buenos Aires, Ed Atuel, 2007, p. 5



24/9/10

El Guacho

Vieja obra y nueva publicación que les comparto después de obtener el Premio del Libro Sonorense.



Tenía ocho años y estaba a punto de mudarme de Hermosillo cuando los amigos de la escuela sembraron el temor en mi cabeza: “te vas a hacer un guacho”, sentenciaban socarronamente, a pesar de que yo meneaba la cabeza para decirles que no, que yo no iba a dejar que la Ciudad  de México me cambiara. En aquel entonces –no sé ahora– hacerse guacho era como ser lanzado a las llamas del infierno.  Tal vez por eso mantuve durante años intacto el recuerdo (o la ilusión) de un lugar quemante y cordial que se apuraba con root beer y se abarcaba entero desde el Cerro de la Campana. Pero como en el cuento de O’Henry, transcurrieron 20 años hasta que pude volver y para entonces no había manera de negar mi extranjería; a pesar de mis intentos por convencer a los viejos amigos, ellos tenían frente sus ojos a un sospechoso forastero de la ciudad. Aquí empieza la fábula de esta obra, que no es sino un ajuste de cuentas con la visión distorsionada de aquello que nos parece lejano. Por esa razón elegí un escenario de caricatura y un género que permitiera jugar con los clisés de uno y otro lado.  El resultado es esta “machaca western”, evocación de una ciudad que tampoco es lo que era antes. Ustedes disculparán que un desconocido se tome la confianza de desparramar unas cuantas referencias, pero algún privilegio debe quedarle al niño que alguna vez cruzó la calle de la mano de Moralitos, aquel policía ejemplar que infraccionaba gobernadores y que, según cuenta la leyenda, murió en el cumplimiento de su deber. Tal vez por eso no fuera tan mala idea pedirle a él nos conceda el deus ex machina que destrabe los conflictos de estos tiempos tan aciagos. 

9/9/10

El rumor del incendio (testimonios sobre la guerrilla en México)


Tenía trece años cuando, como todas las tardes en el trayecto a la panadería, me paré frente al puesto de periódicos a leer los titulares del día. Todavía recuerdo la foto de un joven no mayor a 30 años que había muerto en un tiroteo con la policía. Se informaba que era el líder de la banda comunista y criminal más peligrosa del país: la Liga 23 de septiembre. Y recuerdo un apellido: Sarmiento.
     Recuerdo sobre todo la curiosidad que durante mucho tiempo me produjeron la noticia y la foto. El periódico decía que se trataba de un delincuente, pero hasta yo, que cursaba primero de secundaria, alcanzaba a entender que había algo más en esa noticia; no se trataba de un simple caso policiaco. El joven de pelo oscuro y mirada franca había asaltado bancos y ese día en particular había sido abatido mientras intentaba secuestrar a la hermana del presidente López Portillo. Un acto muy grave, sin duda. Pero a pesar de los intentos periodísticos por condenar al peligroso activista, se percibía en sus crímenes un aire de reivindicación, un gesto que trascendía la fechoría; era una provocación abierta al poder del Estado, un auténtico acto de rebeldía. Todo un tema para un adolescente a la búsqueda de su propio pensamiento.
     Todas las noticias que hasta los 15 años leí sobre la Liga y otras bandas guerrilleras centraban su atención en los actos “delictivos” y de “provocación”; no recuerdo haber leído nunca sobre sus pliegos petitorios, si es que los había. Para las mesas de redacción y los editorialistas se trataba de comunistas, adjetivo suficiente para el anatema y la descalificación.
     Precisamente a los 15 conocí por primera vez a un militante de la Liga (en realidad ha sido el único). Se llamaba Fabián y tendría entre 25 y 30 años. Al momento de conocerlo él trabajaba como asistente personal y chofer de Gilberto Rincón Gallardo, por entonces miembro del Comité Central del Partido Comunista Mexicano, y padre de mi mejor amigo. Como yo solía pasar muchos días en su casa, durante cerca de un año conviví cotidianamente con Fabián. Había llegado de Veracruz haría diez años y había establecido contacto con algún miembro de la “orga”, así que pronto comenzó a realizar algunas tareas no demasiado relevantes como mensajero o vigía de la Liga. Su militancia activa fue corta al ser detenido por robo en 74 ó 75. Pasó algunos años en el reclusorio (¿o fue en Lecumberri?), donde, según nos contaba, los presos politicos eran torturados de todas las maneras, ya sea lanzándolos a estanques de estiércol con las manos esposadas a la espalda, o repitiéndoles la misma sonsa canción durante horas. Allí perdió sus dientes del frente, y allí conoció a Rincón Gallardo, así que al salir libre en una de las primeras amnistías del gobierno, buscó al político para que le diera trabajo. A decir verdad no recuerdo a Fabián como un joven con formación ideológica, no parecía demasiado interesado en la militancia y al menos durante el tiempo que compartimos conocí más de su interés por conseguir novia que por intervenir en la coyuntura política (se acababa de aprobar la reforma política que por primera vez legalizaba al PC). Lo que más disfrutaba era jugar con nosotros a las cartas y al beisbol. Fabián me dio las primeras lecciones de manejo y siempre me pareció alguien que quería volver a la infancia y comenzar de nuevo. No sé cuándo dejé de verlo.
     Como muchos ceceacheros de mis tiempos me afilié al PC cuando prácticamente estaba desapareciendo. Su legalización constituyó su fin. La lectura era que se había logrado el objetivo de reconocer la pluralidad politica y la tolerancia y se abría el camino a la competencia electoral, tal como lo hacían los eurocomunistas. Con esa intención, la dirigencia apostó por crear frentes más amplios renunciando a su radicalidad. El Partido cambió de nombre, borró de sus estatutos la idea de la transformación violenta de la sociedad, con lo que muchos estuvimos relativamente de acuerdo, aunque los más jóvenes nos quedamos con la sensación de que nos había faltado experimentar la fase de “aceleración de las transformaciones sociales”.
     La Liga sí que seguía en la clandestinidad al empezar los 80’s, pero ya estaba en los últimos estertores. Entre el exterminio y la renuncia, la Orga se fue quedando sin militantes, hasta ser oficialmente liquidada en 1983. Para mi generación vendría entonces la Perestroika, el Glasnot y la caída del Muro. Una sacudida infame para quien descubre la mentira ideológica en la que ha vivido, pero que no acepta la otra mentira a la que está ingresando.
     También tuvimos nuestros triunfos generacionales, hay que decirlo, triunfos mayormente morales, como los de la sociedad civil organizada en el temblor de 85, o la que provocó la caída del sistema en el 88. Pero si algo quedó claro es que mi generación se quedó desarmada para las transformaciones heroicas y acaso nos convertimos en defensores de la corrección política que estaba por imponerse en los 90’s. Para decirlo en términos más gráficos; la caída del Muro mostró un espejo en el que la izquierda se veía como derecha, y viceversa.
     La guerrilla quedó atrás y durante años se convirtió en asunto de interés marginal, hasta la irrupción de los Zapatistas en 94. Pero esa es otra historia y por el momento prefiero retomar otro recuerdo de esos días, aunque éste pertenezca a Katia, mi mujer (perdonen, compañeros, que no le diga compañera). Estábamos un domingo leyendo la revista Proceso cuando, al ver las fotos de un reportaje sobre antiguos militantes de la Liga, Katia tuvo su momento de anagnórisis: “¡son mis tios!”, exclamó mientras me señalaba a algunos de esos jóvenes que aparecían viajando al Popo para entrenarse en tácticas guerrilleras. Incluso afirmó que tenía fotos de esas excursiones en las que sus “tíos”, como ella les decía, aparecían con su papá cargando mochilas de excursionismo. El asunto destapó otras historias hasta desembocar, por supuesto, en la de la muerte sorpresiva de su padre en 1981.
     Maestro de profesión y dirigente del Movimiento Revolucionario del Magisterio, Ángel Lozano viajaba por todo el país para sostener juntas políticas con variados personajes y organizaciones de izquierda. Al parecer sería un enlace con algunos grupos clandestinos y activistas sociales; incluso se habló de que él mismo podría estar involucrado en acciones subversivas. Lo cierto es que nunca se aclaró del todo su accidente automovilístico, ocurrido en el estado de Chiapas en tiempos en que, según algunos historiadores, comenzó le incursión a la selva de numerosos militantes de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) quienes más tarde fundarían el Ejército Zapatista. Un último dato para cerrar esta anécdota: en la agenda que se recuperó después de su muerte aparece confirmada una cita con Teresa Gil, mi madre periodista, quien por ese entonces escribía para la revista Interviú. Esto no significa nada, por supuesto, pero establece para nosotros un nexo emocional con la militancia política más radical.
     Tal vez sea sólo eso lo que nos une a la guerrilla, porque nosotros estamos incapacitados para la lucha armada, nos hemos aburguesado y sólo extraemos el sentido romántico de esta historia.
Precisamente han sido el romanticismo y la frustración de quedarme con los brazos cruzados los sentimientos que me llevaron a buscar en viejos periódicos y en internet los datos necesarios para algún día escribir un guión de cine o una obra teatral. De hecho ya encontré mi historia, pero también encontré otras cosas. Una de ellas, la foto del periódico que vi a los trece años: antes de saber quién era lo reconocí, lo tenía auténticamente grabado en la memoria. David Jiménez Sarmiento, líder de la Liga entre 1974 y 76. Como él, otros cientos de jóvenes con estudios e ideas audaces y radicales cayeron víctimas de una guerra muy triste; profundamente triste porque no hubo ni habrá justica, y porque no hubo ni habrá victoria.
     Hace poco leí en el blog de Adela Cedillo (http://guerrasuciamexicana.blogspot.com) que la gran tragedia de la guerrilla en México no fue su derrota militar, sino su aplastamiento informativo. Eso no es culpa de los medios, sino de la derrota. También Hidalgo, Morelos y Madero fueron ignorados o vapuleados por la prensa hasta que su movimiento triunfó y por eso hoy celebramos su rebeldía hasta el hartazgo.
     Pero qué triste es el destino del rebelde que no triunfa. Su lucha no ha sido menos justa, pero no les alcanzó para cambiar la perspectiva informativa ni, mucho menos, para convertirla en una historia de todos. La guerrilla en México –como la de los cristeros–, es la historia de unos cuantos que quisieron hablar por todos, pero a diferencia de aquellos, la guerrilla comunista no tuvo su periodo de reconciliación y justicia, ni ha sido auténticamente asimilada por el imaginario nacional.
     Ahora son otras las guerras que este país enfrenta, pero el error de no cerrar las viejas heridas es el que nos tiene atomizados y sin verdaderos deseos de que el Estado triunfe, incluso aunque en este caso fuese él quien tuviera la razón.

Testimonio para el proyecto La Rebeldía, de Lagartijas tiradas al sol, de donde se desprende la obra El rumor del incendio, actualmente en cartelera en el teatro Juan Ruiz de Alarcón de la UNAM.






25/8/10

Percepción y nuevos lenguajes (una perspectiva teatral)


El artista es quien percibe las alteraciones que los nuevos
mass media han producido en el hombre, quien comprende
que el futuro es ahora; es el artista quien utiliza su
trabajo para preparar las bases del cambio.
Marshall  McLuhan


LA CULTURA VISUAL Y TECNOLOGICA

Nuestra "aldea global" está regida por la cultura de la sobreestimulación, que se define como  una descarga sin tregua de información visual auditiva y psíquica. La presencia penetrante de los medios masivos -que McLuhan plantea como "extensiones del hombre"- contribuye a la desaparición de nuestra linealidad discursiva en favor de una percepción más aguda, fragmentada y, al mismo tiempo, globalizadora. Los llamados nuevos lenguajes de la era tecnológica desdeñan la causalidad y la cronología para convertise en proyectores de experiencias internas, emociones no racionales que se ubican en un nivel más profundo; es decir, que devuelven al primer plano el caos esencial, primigenio, que el pensamiento lineal pretendía ocultar.
Sin restarle importancia a los factores socioeconómicos, podemos afirmar que la historia de la cultura se encuentra ligada a la evolución y desarrollo de nuestra percepción. Cuando Gutenberg inventó la imprenta no sólo hizo crecer al público lector, también alteró sensiblemente nuestra forma de concebir el mundo (hecho que le valió la condena de las jerarquías conservadoras). La feneciente cultura oral fue dando paso a una cada vez más vigorosa cultura de la imagen, la cual  ha privilegiado nuestro sentido visual y provocado, según el investigador canadiense, la fragmentación de nuestra percepción global. Posteriormente, la Revolución Industrial y los permanentes hallazgos tecnológicos han ido potencializando aún más la comunicación de masas, pero al mismo tiempo han moldeado nuestros sentidos hacia peculiares formas en la recepción de la información.
Si el formato del libro favoreció la expresión lineal, la aparición del periódico provocó una nueva fractura en las formas de ordenar la información. El hecho de que en una misma página aparecieran artículos de contenido diverso en una yuxtaposición arbitraria, provocaba en el lector libresco gran dificultad de aprehensión. Edmund Carpenter afirma que "el desorden del periódico obliga al lector a desempeñar el papel de productor. El lector ha de procesar para sí mismo las noticias [...] el formato del periódico reclama la participación directa del consumidor"(1). Algo similar nos demuestran los experimentos realizados con las culturas tribales de Africa, muy entrado nuestro siglo, cuando los espectadores no pueden explicarse a dónde va un personaje que sale del campo visual de la pantalla cinematográfica. Esto nos lleva a pensar de entrada que la asimilación que hoy día tenemos de ciertos medios comunicantes se debe a las transformaciones que nuestra percepción ha sufrido por la interacción del medio, es decir, que nuestros sentidos han logrado codificar ciertas descargas de estímulos visuales, auditivos, tactiles, los cuales contienen una cantidad  de información que antes nos hubiera sido difícil interpretar.

20/8/10

maquinahamlet


Sobre la impresión que aún provoca el teatro de Heiner Müller dice Juan Villoro que “la primera manifestación de lo nuevo siempre es el horror”. Y efectivamente, el autor alemán sigue pareciendo nuevo a nuestras apreciaciones estéticas en tanto no logramos encontrar la forma de aprehender el “horror” de sus formas. Tal vez sea el propio Müller quien mejor defina este sentido de oposición corrosiva que causan sus obras: “estoy firmemente convencido de que el fin de la dramaturgia es ofrecer resistencia al teatro; sólo cuando un texto no se puede representar, supuesta la constitución actual del teatro, es productivo o interesante para el teatro”. Por ello el carácter elusivo de sus textos, reacios a establecer una consecuencia argumental, una construcción psicológica de personaje, o siquiera un espacio y un tiempo aprehensibles para el receptor. No hay mejor manera de entrar en su teatro que leer la primera pagina de este libro: “Yo fui Hamlet…”: todo ha terminado, la acción está pulverizada y el personaje ya no lo es más. Lo fue en algún momento, pero ahora ya no tiene importancia. Incluso sus palabras se las ha llevado el viento, o la marea que sólo deja su "blablabla" mientras nos muestra, a  sus espaldas, las ruinas de Europa.


En el alejamiento radical de las formas convencionales del teatro, Müller desarrolla, con notoria sutileza, diversos experimentos textuales que van desde las formas aforísticas sin hilación narrativa (La batalla) hasta guiones para pantomima, ejercicios de metateatro (Descripción de un cuadro); y poemas en prosa. Áridos todos ellos, pero no por esa razón iguales en su forma, en lo que sí podemos encontrar una constante es en la disolución del personaje que de sujeto de la acción se convierte paulatinamente en portador de discurso. “No creo que una historia que tenga pies y cabeza pueda hoy en día hacer justicia a la realidad”, manifiesta Müller en alguna de sus declaraciones fragmentarias; cada una de sus palabras es una reflexión atomizada, un dardo envenenado que pretende movilizar la paradoja de todo pensamiento.
Cabe preguntarse si alguna vez fue diferente, o más bien, cuál fue el momento en que este alumno dilecto de Brecht dio la vuelta a las estructuras del drama y se convirtió en el principal exponente del discurso postdramático. Tal vez cuando descubrió la vejez de las obras del maestro, que envejecía aún más mientras más se le veneraba: por ello afirma que a Brecht no se le puede rendir homenaje sin criticarlo, sin oponérsele. Enemigo del realismo, Müller plantea que “el teatro es una realidad en sí mismo y no puede duplicar, reflejar o copiar la realidad del público”. Tal vez por ello opine que quien concede para evitar la colisión con el público es alguien que merece ser condenado a muerte por aplausos.
Pero veamos esta pieza emblemática: MáquinaHamlet, poema dramatico favorito entre los favoritos de la cultura post; un repaso de la devastación de las formas y del tránsito a una libertad que no puede sino engullirse a sí misma. En esta obra Müller recurre al personaje por antonomasia: Hamlet, para detonar su única posibilidad de acción dramatica: la negación. Estamos ante un No Hamlet, o un post Hamlet. ¿Pero quién ha sido Hamlet para la cultura occidental? El germen de la parálisis, de la reacción tardía ante la destrucción de las cosas; el portador del miedo y la prudencia fatal. ¿A dónde puede desembocar entonces una máquina Hamlet? A la mecanización del horror, al fastidio del héroe que ha renunciado de una vez y para siempre a salvar al mundo. Pero no es ésta la única premisa: si de entrada hay una renuncia a la convención tradicional, hay también el ajuste de cuentas con el teatro épico, cuando se ironiza con el despojamiento del personaje y de la escenografía para afirmar que tampoco eso nos hará conscientes de la otra realidad, como pregonara Brecht en su momento. ¿De qué se trata entonces? En sus propias palabras, de “destruir todas las circunstancias existentes en las que el hombre, el intérprete de Hamlet, se pone el vestuario y el maquillaje”, no hay que destruir, entonces a Hamlet, sino a las circunstancias que lo rodean.
Treinta años han pasado, por lo menos, desde que esta obra se representó por primera vez, y aún sigue siendo un bocado difícil de digerir. Para hablar de las particular forma de atacar el texto vale la pena recordar el proceso seguido por Bob Wilson para su muy peculiar versión escénica a principios de los Ochenta. Cuenta el director texano que durante varios días leyó el texto con los actores, acompañado por un dramaturgista alemán; lo discutieron, lo desmenuzaron en cada uno de sus versos, y luego lo olvidaron. El director pidió a todos no tomar en cuenta el texto durante la siguiente etapa del trabajo. Así, durante las siguientes semanas el director creó una partitura escénica que, inicialmente, se montó a manera de coreografía sin texto. Incluso se representó en forma privada sin agregarse nunca las palabras. Finalmente, cuando la puesta en escena adquirió consistencia los versos se asignaron “arbitrariamente” a los distintos actores de tal forma que más que ilustrar, se estableció un juego de oposición entre texto e imagen. Según nos narra el propio Wilson, el hecho de que la primera frase de la obra: “Yo fui Hamlet” se pronunciara media hora después de iniciada la puesta en escena, creaba un impacto muy significativo, aunque no faltó quien comentara que en realidad texto e imagen constituían dos obras distintas.
Muestra de otro mundo, el teatro de Müller nos enseña el radicalismo extremo que nunca conoceremos como experiencia vital, no intelectual, no esteticista, sino pura y absolutamente pasional.
Parece mentira que sea ésta apenas la segunda edición de esta obra  en nuestro país: la primera a cargo de Anónimo drama con un tiraje de 200 ejemplares hace unos cuatro años. Aparte de ésta –y Cuarteto, editada en otra colección inconseguible, la aparición de Müller no sólo ha sido intermitente en los escenarios, sino aún más en las imprentas.
Por ello no puedo sino admirarme por la delicadeza y el entusiasmo con el que Claudia Cabrera, en la traducción, Roxana Ruiz y Diego Alvarez, en el diseño, y la Cifra Editorial en la producción, se han embarcado en esta heróica aventura. Es hermoso el diálogo que la propia publicación establece con el texto de Müller –que quizás algunos catalogarían de determinista al subrayar sólo ciertas frases-; en mi opinión constituye una lectura editorial válida que acrecienta su valor objetual, pero ya veremos lo que el resto de los lectores opina.


Sólo resta citar y callar, porque como dice el poeta, este “drama nunca sucedió, el libreto se perdió. Los actores colgaron sus rostros en el clavo del camerino, el apuntador se pudre en su caja, los disecados cadáveres de la peste no mueven ni una mano, sentados en la sala del teatro. Voy a casa. Mato el tiempo”.

Müller, Heiner, Maquinahamlet, México, La Cifra Editorial, 2008

31/7/10

Los principios de la ciberamistad



A propósito de la Acción realizada en el MUAC FB. El fin de la amistad (de la que hablé en una entrada anterior), omití comentar la creación de varios grupos de discusión que le dieron al performance un aliento lúdico y auténticamente colectivo. Los cito aquí para reiterar mi agradecimiento a todos los que se tomaron la molestia de enriquecer la propuesta: (para ampliar la imagen hagan "clic" en ella)

Grupo creado por Patricia Madrid


Creado por Esteban Soberanes



Creado por Angélica Franco Cuervo



Creado por Haydé Lachino


A toro pasado puedo decir con mayor certeza que el evento no tuvo como premisa cuestionar los fines de la amistad, más bien enfocar nuestra atención en los principios de la ciberamistad.  Un tema, ¿no?


...

29/7/10

FB. El fin de la amistad


FB. El Fin de la Amistad fue una acción diseñada para realizarse a través de la red social Facebook y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo MUAC, dentro de la expo titulada Jardín de Academus. Dos semanas antes anuncié la acción a través de una carta enviada a cada uno de mis 2705 amigos bajo el título: 

16/6/10

9 días de guerra en Facebook


Hasta el 4 de julio se presentó en el foro Sor Juana de la UNAM. Un montaje polémico, vertiginoso y abrumador que, a pesar de su complejidad, se confirmó como un reto lúdico para el espectador.

 Aquí algunos enlaces que podrían hablar con más objetividad. En primer lugar una nota de Ángel Vargas en La Jornada donde arriesga las primeras interpretaciones sobre la obra.

15/6/10

CRISIS POLÍTICA Y TEATRAL EN LOS 70’S

El extensionista, de Felipe Santander
Antecedentes
Para hablar de crisis tendríamos primero que hablar de auges, y México tuvo uno muy significativo en el siglo XX. Se le conoce como el Milagro Mexicano porque constituyó el periodo de mayor crecimiento económico y cultural desde la Independencia. No nos detendremos demasiado en él, pero consideremos algunos aspectos: abarca desde fines del sexenio de Manuel Ávila Camacho (1940-46) hasta los primeros años de Díaz Ordaz (64-70), aunque los cimientos fueron puestos –hay que decirlo– con las expropiaciones del petróleo y los ferrocarriles, “sangre y arterias” del desarrollo venidero, por el presidente Lázaro Cárdenas. En términos generales, el Milagro Mexicano hizo nacer el sistema de salud y seguridad social, conectó todos los rincones del país con carreteras y telecomunicaciones, y otorgó estabilidad a la economía consiguiendo para la población un bienestar que no se conocía hasta entonces. Hoy podríamos decir que ese cuarto de siglo fue algo así como el “vellocino mítico” de un México milagroso (Montaño, 1988), en el que precisamente surgió uno de los momentos más privilegiados en la expresión teatral del siglo XX. En ese periodo que, en nuestra materia, abarca de 1946 (año de la fundación del INBA) a 1973, (momento del cisma en la UNAM) el milagro –acaso más modesto– consistió en el surgimiento de algo que al fin podría llamarse Teatro mexicano.
     Hasta entonces criticado por falta de identidad propia (quizás porque nadie tomaba en serio al género chico), la estabilidad y empuje de la sociedad del medio siglo respaldó la posibilidad de experimentar y reorientar las formas dramáticas y escénicas nacionales; hago el distingo entre dramático y escénico porque precisamente en esa época surgen dos visiones del fenómeno teatral que no se confrontarán sino hasta la década que nos corresponde estudiar: nos referimos a la disputa entre directores y dramaturgos por la preeminencia de una u otra perspectiva del teatro: es el naciente debate entre el que ve al teatro como desprendimiento de la literatura y quien lo entiende desde su sentido espacial y convivial.

19/5/10

ADICTOS ANÓNIMOS o ¿De cuál fuma usted? (1998)

Terapia 
de grupo 
complementada 
con la famosa 
Perorata 
sobre la 
necesidad de 
despenalizar el 
consumo 
de drogas.




Escena penúltima: La Perorata


Todos los personajes han girado y ahora dan la espalda al público. Al fondo se levanta un estrado en el que aparece el Orador. Antes de iniciar acentúa el silencio y lanza una mirada desafiante.
ORADOR: Señoras y señores: antes de venir hacia este lugar escuché la historia de un borracho en Oaxaca que luego de subirse con su coche a una banqueta, consiguió la libertad provisional porque las autoridades no encontraron una celda dónde meterlo. El bribón tuvo suerte de que el fin de semana en que casi mata a dos peatones, la policía había hecho redada en una discoteque, acción que dio como resultado que las celdas estuvieran ocupadas por muchachos de entre 15 y 18 años, todos ellos consumidores de marihuana y cocaína. ¿No les parece curioso que, ante el sobrecupo carcelario, la justicia haya considerado más lógico dejar fuera al “bebedor social” que al aficionado a las drogas?
De verdad es curioso este asunto, y lleno de entretelones. Estamos frente al negocio más rentable del mundo, un negocio del que somos consumidores más del 50 % de la población mundial, aunque los directamente beneficiados sean muchísimos menos. Incluímos en el número global tanto a comsumidores legales como ilegales, pese a que en términos jurídicos y morales unos y otros reciban hoy en día tratos muy distintos.        
     ¿Qué es lo que hace distinta una adicción de otra? ¿Por qué se toleran unas adicciones, y otras no? Ese es el primer problema que impide acercarnos desprejuiciadamente al asunto de las drogas. Está demostrado que el alcoholismo hace más daño a la estructura y la convivencia social que la adicción a la marihuana, por ejemplo; también está demostrado que durante la prohibición del alcohol en Estados Unidos el problema llegó a extremos escandalosos: no sólo no disminuyó el consumo, sino que el licor adulterado que se conseguía en el mercado negro estaba matando a la población de bajos recursos. En esos años en que el puritanismo ortodoxo gobernó a los norteamericanos se consolidaron las importantes mafias o familias que, en algunos casos, han seguido imponiendo su ley hasta nuestros días. ¿Por qué esta contradicción?
     Una y otra vez la historia demuestra que la prohibición de las drogas no ha dado la razón a quienes argumentan la necesidad de continuar y ser incluso más radicales con este método. En cambio, esta política beneficia a quienes viven del negocio, tanto a los que trafican como a quienes lo combaten. Numerosas instituciones creadas a partir de la década del Ochenta, cuando el presidente Ronald Reagan declaró la guerra santa contra las drogas, numerosas instituciones, decía, perderían su razón de ser e incluso desaparecerían si la guerra terminara y se optara por reglamentar su venta y su uso. Se afirma por ahí que la definición y la imposición de la medida crearon simultáneamente al malhechor, al mercado clandestino y a la institución policiaca encargada de combatirlos. Es decir que estos enemigos irreconciliables son hijos de la misma madre prohibición. En consecuencia, si la prohibición desapareciera también desaparecerían  los jugosos presupuestos que año con año se emplean en este combate.
      Desde 1981 a la fecha el presupuesto asignado por Estados Unidos para librar la guerra contra las drogas aumentó de 645 millones de dólares a más de 16 mil millones anuales; ¡se multiplicó 25 veces! Sin embargo, en ese periodo el problema ha crecido por lo menos en la misma proporción. El desastre público que se quería evitar ya se instaló en cada uno de nuestros países: “más policías, más cárceles, penas más severas, más operativos, más publicidad en contra de las drogas, y todo acompañado no de menos, sino de más adictos, más delitos y homicidios, más corrupción y más víctimas inocentes”.     
       Mientras tanto, la red mundial de narcotráfico se hace cada vez más compleja y poderosa, generando ganancias aproximadas de 500 mil millones de dolares anuales. ¿Quiénes son los poderosos accionistas de esta empresa modelo? ¿A quién le conviene y a quién no le conviene que se modifique el estado de cosas?
     Hasta el momento, los efectos de la persecución al tráfico de drogas son más perniciosos que satisfactorios (salvo para los directamente involucrados), y éstos efectos se desencadenan en una cascada que lo arrastra todo: 
     En primer lugar, el combate al narcotráfico genera violencia del Estado hacia el narco, y viceversa; 
  En segundo lugar, la ilegalidad del narcotráfico genera violencia de narcotraficantes hacia narcotraficantes, debido a que no pueden acudir a instancias legales para dirimir problemas entre competidores y recurren a su propia ley, generando con ello acciones violentas que con frecuencia se extienden hacia la propia sociedad; 
    En tercer lugar, el combate al narcotráfico genera corrupción debido a los grandes recursos que maneja el narco y/o a las amenazas contra los familiares de las propias autoridades; 
     En cuarto lugar, el hecho de que el narcotráfico sea ilegal propicia rendimientos muy altos que, precisamente, sirven al narco para combatir y corromper al Estado que lo persigue; 
     En quinto lugar, la ilegalidad del narcotráfico propicia el empleo de cuantiosos recursos económicos por parte del Estado, que, de no dedicarse a ese fin, se podrían invertir en programas de prevención o de tratamiento a adictos, por no hablar de inyectar mayores recursos a la educación. 
     Aquí cabe agregar, también, que todos estos efectos tienen una carga doble en el propio consumidor ya que la ilegalidad le obliga, por un lado, a comprar la droga a precios altos y, por otra, a financiar con sus impuestos la lucha contra el flagelo.
            ¿Entonces por qué nos seguimos contradiciendo?
            Aquí nos topamos con un nuevo problema: la fuerte penalización que se aplica al uso de sustancias prohibidas es por el momento inamovible debido a que ningún país latinoamericano puede modificar su ley sin el visto bueno de nuestro vecino; Estados Unidos ha hecho de éste un asunto de interés estratégico y por ello extiende certificaciones a cada país. No es necesario afirmar que las certificaciones representan bonos para seguir recibiendo créditos y otros “beneficios” comerciales.
            Ciertamente para nuestros gobiernos no resulta fácil enfrentar esta postura frente a su más importante “socio comercial”. Pero, ¿qué ocurre?, ¿por qué nuestros países ven el problema desde la óptica de Estados Unidos si la problemática interior es de muy diversa índole? Estados Unidos es el principal consumidor de psicotrópicos, mientras que México, Colombia, Bolivia y otros países de Latinoamérica son consideardos países productores y de tránsito de drogas. Los argumentos a favor y/o en contra que unos y otros países tienen no pueden ser los mismos por la simple y sencilla razón de que las implicaciones sociales, psicológicas y hasta económicas que recaen sobre cada país son abosulutamente distintas.
  En la búsqueda de un enfoque múltiple del problema, un diagnóstico elaborado por el gobierno peruano indicaba tres formas de relacionar a las drogas con la población, :
Población ligada a la producción ilícita,
Población ligada a la comercialización, y
Población ligada al consumo.
     Bajo estas tres perspectivas, el mismo diagnóstico consideraba que incluyendo a los “campesinos que cultivan la hoja de coca como trabajo derivado de la pobreza - unas 200 mil familias -, los aproximadamente 500 mil usuarios ocasionales o habituales de drogas; y a una indeterminada pero creciente población ligada a la comercialización y al lavado del negocio, no menos del 7 % de los 22 millones de habitantes del Perú mantenían el "elemento droga" ligado a su proyecto de vida. 
      Pese a estos argumentos, y aquí hay que recordar que el déficit de empleos prevaleciente en nuestros países no se puede menospreciar, los criterios que nuestros gobiernos utilizan para afrontar el problema de los estupefacientes son exactamente los que dicta el “socio mayoritario”. Ante esta situación no se puede por una parte “pecar por omisión” y, por otra, aplicar preceptos morales. Sabemos de la moralidad de Estados Unidos cuando se trata de intereses políticos y económicos.
      En este punto se vuelve necesario decir: ¡No podemos aceptar una postura que no incluya nuestra postura! Se deben revisar todos los acuerdos de cooperación y combate a las drogas (tanto los oficiales como los secretos) y buscar consensos incluyentes. Lo que nuestro país debe hacer al respecto no puede más que pensarse en una óptica constructiva y en diversas etapas. En primer lugar, el gobierno debe aceptar que un porcentaje significativo de la población está ligada directa o indirectamente a cada uno de los derivados del negocio de las drogas; en segundo lugar, debe encontrar a los países que experimenten la misma problemática y hacer frente común con ellos; este bloque defendería en foros internacionales la despenalización de algunos aspectos del flagelo, así como su estricta reglamentación. Pero una vez instrumentadas las reglas, debe activar con vigor la naciente agro-industria, pues constituye hoy por hoy la más prometedora herramienta para el renacimiento económico de nuestra región.
        No se plantea en ninguna medida una promoción del consumo, sino un enfoque distinto para tratar el asunto. Si actualmente se destina menos de la tercera parte del presupuesto global del combate a las drogas para la prevención y el tratamiento de las adicciones, creemos que la cifra debe revertirse de modo que en lugar de castigar al adicto, se le cure. El reforzamiento de este enfoque debe tomar en cuenta muy especialmente la protección a los niños a través de la educación; medidas restrictivas sobre las drogas legales sin llegar en ningún caso a la prohibición;  orden y seguridad públicas;  protección de la salud pública; respeto por los valores relativos a la libertad y responsabilidad individuales...
Súbitamente FANATICA se levanta de su lugar y apunta a ORADOR  con un arma.
FANATICA: ¡Toma mi mano, Señor!
Dispara tres veces sobre ORADOR, quien cae muerto.Inmediatamente después se produce el alboroto. Los oyentes (salvo FARMACODEPENDIENTE) saltan de su asiento y comienzan a correr hacia todos los puntos cardinales, desarrollando una fuerte atmósfera de persecución. Finalmente el escenario quedá prácticamente vacío, sólo bañado por el charco de sangre que fluye a borbotones detrás del estrado del orador, y por las lágrimas de FARMACODEPENDIENTE, que solloza desconsolada desde su asiento.

10/5/10

Ixtlixochitl (Escena eliminada)








c.a 1400; Los príncipes descansan en uno de los tradicionales baños de Texcoco, fumando todos de la misma pipa.

IXTLIXOCHITL:  Ahora cuéntanos tú, Tochitzin.
TOCHITZIN:         Qué cosa.
ZIHUACNAHUACATZIN:     No te hagas que ya lo sabemos.
IXTLIXOCHITL: ¿Por qué andabas el otro día rondando Xochimilco?
TOCHITZIN:        ¿Yo?
ZIHUAC...:           ¿Quién más?
IXTLIXOCHITL: No sería por Tochcuaye, ¿verdad?
YACANEX:         ¿Tochcuaye? ¿La princesa?
TOCHITZIN:      ¿La conoces, Yacanex?
YACANEX:        De niña.
ZIHUAC:            ¿Y está tan buena como dicen?
YACANEX:        Bueno, prometía.
IXTLIXOCHITL: (A Tochitzin) ¿Entonces?
TOCHITZIN:      Qué quieres que te diga.
IXTLIXOCHITL:Descríbela. Dinos si la leyenda le hace justicia.
TOCHITZIN:       Se van a morir de la envidia.
ZIHUAC:             ¿Ya te entendiste con ella?
TOCHITZIN:      No sé de qué hablan.
IXTLIXOCHITL: Ahora resulta que te nos vas a adelantar, infeliz.
YACANEX::       Quién te viera.
ZIHUAC:            ¿Por qué?
YACANEX:        Va a ser la boda del año.
ZIHUAC:             Pero sabes lo que se dice de Tochcuaye, ¿no?
TOCHITZIN:      ¿Qué?
IXTLIXOCHITL: No se lo digas, gordo.
YACANEX:         ¿Qué cosa?
ZIHUAC:             Que en las noches se convierte en axolote.
TOCHITZIN:       ¿En qué?
ZIHUAC:              Sí, una larva anfibia de cuatro patas.
YACANEX:         Aún así te la vas a llevar a Huexotla, ¿no?
TOCHITZIN:       ¿Cómo que en axolote?
IXTLIXOCHITL:¿Te da miedo?
ZIHUAC:              ¿Y dónde va a ser la boda?
TOCHITZIN:       Oigan, apenas la conocí hace siete días.
ZIHUAC:              Nos preocupa tu futuro, Tochitzin.
IXTLIXOCHITL:No te vemos muy decidido a sentar cabeza.
TOCHITZIN:       Ustedes que ya están güevones. Pero yo...
ZIHUAC:             Qué.
TOCHITZIN:      Tengo muchas cosas por conocer.
IXTLIXOCHITL:Qué raro, porque últimamente no te hemos visto por el calmécac.
TOCHITZIN:        Yo hablo de viajar.
ZIHUAC:             ¿Viajar? ¿A dónde?
TOCHITZIN:       No sé. A Tikal, o más lejos. Estoy seguro que más allá hay un mundo por descubrir.
ZIHUAC:             ¿Qué tonterías dices?
TOCHITZIN:      Un mundo de “hombres peludos”.
YACANEX:        (Quitándole la pipa) Esta cosa te está haciendo daño.
IXTLIXOCHITL: “¡Tochitzin, el explorador que reencontró a Quetzalcoatl!”
ZIHUAC:             ¡¡Y que le aterran los axolotes!”.
TOCHITZIN:      ¿Quién dijo que me aterran?
YACANEX:         Lo que quiere es huir de su obligación.
TOCHITZIN:       O alargar mi libertad.
ZIHUAC:              Pero a todos nos llega la hora, Tochitzin.
YACANEX:         Y cuando te llega no hay nada que hacer.
IXTLIXOCHITL:Sí, esto de nacer príncipe es un fastidio, ¿no?
YACANEX:         Depende. Yo, por ejemplo, ya convencí a mi padre que mi primera boda sea en los jardines del templo de Tláloc.
IXTLIXOCHITL:Qué bien. Ahora sólo te falta tener prometida, Yacanex.
YACANEX:          Minucias.


Un sirviente se acerca para decir algo al oído de Ixtlixochitl, quien se pone serio.

ZIHUAC:              Yo pienso hacer una fiesta de cinco días en las grutas de Cacahuamilpa.
YACANEX:         ¿En serio? ¿Y cómo vas a meter allí a los viejos?
ZIHUAC:             Ellos tendrán su fiesta en la primera cueva. Pero para quien se anime más adentro vamos a tener algunas sorpresas.
TOCHITZIN:      ¿Como cuales?
ZIHUAC:             Ya las verán. ¿Y tú, Ixtlixochitl?
IXTLIXOCHITL: (Levantándose para marcharse) A mí, compañeros, me llegó “la hora”.
 ZIHUAC:             ¿La hora?
IXTLIXOCHITL: De dar el sí.
TOCHITZIN:         Mi más sentido pésame.
YACANEX:          Sobre todo por los cuñaditos que te vas a cargar..
IXTLIXOCHITL: Bueno, no me pienso casar con ellos.
ZIHUAC:             ¿Y cuándo se cierra el asunto?
IXTLIXOCHITL:A eso voy, precisamente.
TOCHITZIN:       ¿Es cierto que Tecpa es mayor que tú?
IXTLIXOCHITL: Eso no es lo grave, amigo; sino que tiene chuecos los pies.
TOCHITZIN:       ¡Jodido!
IXTLIXOCHITL: Y de día y de noche es un monstruo marino.
ZIHUAC:              ¡Pero tiene una fortuna ...!
YACANEX:          Algo debía tener, ¿no?
IXTLIXOCHITL: No, amigos, ustedes no comprenden que lo mío es un sacrificio por el bien común. Cuando sus cosechas prosperen y no tengan que entregárselas a Azcapotzalco me lo van a agradecer.
ZIHUAC:              Gracias, hermano; nosotros te acompañamos en tu dolor.
IXTLIXOCHITL: Pero les advierto que nadie me toca a Atotoxtli.
TOCHITZIN:        ¿No que nos la ibas a heredar?
IXTLIXOCHITL: Ni lo sueñen. Esa niña tiene dueño, guardián y verdugo. Atotoxtli está reservada para el futuro Señor de Texcoco, ¿entendido?.
ZIHUAC:              ¿Una última fumada?
IXTLIXOCHITL: Para el viaje.
ZIHUAC:               Pero nos veremos en la fiesta de la luna llena, ¿no?
IXTLIXOCHITL: (Conteniendo  el humo) ¿Alguna vez he faltado?  (Exhala) Tochitzin, salúdame a Tochcuaye cuando la veas.
TOCHITZIN:        ¿A Tochcuaye?
IXTLIXOCHITL: Dile que ojalá siga tan sensual y cariñosa como siempre.
TOCHITZIN:        ¿No se supone que no la conocías?
IXTLIXOCHITL: ¿Cómo crees que iba a dejar pasar un animalito como ese?
TOCHITZIN:        ¿Qué estás queriendo...?
IXTLIXOCHITL: ¿Tú qué crees?... Pero no es cierto. No te pongas pálido, Tochi.
TOCHITZIN:         Me estás vacilando.
ZIHUAC:               Eh, sí le interesa... sí  le interesa...

Entre todos le dan una pamba a Tochitzin, quien sólo se cubrela cabeza. 
Ixtlixochitl se va.

TOCHITZIN:          Es mentira, ¿verdad? Díganme que no es cierto. 
ZIHUAC:                Pregúntale a ella,Tochitzin. Pregúntale qué piensa de Ixtlixochitl…