15/6/24

De las sabandijas que habitan en palacio

Según el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, llámase sabandija a ese “animalillo imperfecto criado en la putrefacción y humedad de la tierra”, que por el desagrado que produce se le percibe en el bando de los impertinentes. La sabandija no es una especie animal, sino una categoría equiparable al de las alimañas y los bichos; su característica común es la molestia que produce, sea física o psicológica. Sabandijas son las garrapatas, con su capacidad para desangrarnos; las pulgas, que llegan a causar el tifus, o los mosquitos, que dios purgue su molesto zumbido en el infierno.  También entran en la clasificación algunos artistas y políticos. Las sabandijas son, ante todo, personalidades perturbadoras que, en ocasiones, son también disruptivas, es decir que encausan el malestar y provocan el cambio.  

            Las obras que componen este volumen no han surgido de la pluma de cualquier sabandija –como se define la autora­–, sino de la mayor, la más palaciega e ilustrada, quien nos presenta un mundo de seres igualmente irritantes, tanto que llegan a tornarse graciosos y, en grado sumo, entrañables. El rasgo distintivo de estos caracteres radica en la lengua barroca y viperina que brota de sus cuerpos como un músculo principal, florido, imaginativo y punzante; por la lengua matan y por la lengua mueren.  Es en la dimensión del habla donde primero nos alumbran los personajes de esta galería; sin importar su relevancia en cada trama, todes tienen voz propia. 

Para que el efecto corrosivo de la lengua se propague en cada parlamento, el tiempo escénico se dilata y suspende –incluso en los momentos apremiantes–, produciendo una atmósfera dislocada, a veces colindante con la farsa surrealista y el absurdo, pero siempre sustentada en el rigor de una mente obsesiva. Ese podría ser el segundo rasgo que caracteriza a las obras aquí reunidas: el estiramiento del tiempo como una forma de relativizar el conflicto dramático y ponderar el drama humano, que no es lo mismo.  

Existen otros elementos distintivos que podrían sintetizarse en la exploración del humor negro, en la exacerbación de personajes contradictorios y mezquinos, en la colisión de una retórica culterana con un léxico más bien escatológico, en la ausencia de didactismo que, a pesar suyo, resulta campo fértil para la exposición de dilemas éticos y morales. En suma, cada argumento se plantea como un ejercicio de la inteligencia, retada por medio del humor. Sin embargo, en el mismo sentido que Ibargüengoitia aseguraba que sus obras no eran humorísticas (“que así veo el mundo yo”), las obras que tiene entre sus manos no buscan simplemente el efecto cómico, sino evidenciar una realidad que sólo nos atrevemos a ver en nuestra más íntima privacidad; el humor como pornografía. 

             La canción de Gershwin es, probablemente, la más antigua en escritura, y sin embargo ya muestra las maneras que hemos sugerido sobre el carácter, el manejo del tiempo y el lenguaje. Apenas después del velorio de uno de los padres del “loco” Ajenjo (lo aclaro porque contaba con dos progenitores), las voces de una añeja enfermedad se liberan para destapar una serie de secretos sobre homosexualidad, locura, adulterio, pederastia, impotencia y otros tabúes que emergen en conversaciones impúdicas y sonrojares.Gershwin es sobre todo la constatación de que en nuestras manos está rebasar los límites del cinismo y poner nuestras propias reglas de escritura. 

            Si de peculiares formas de entender el mundo hablamos, los protagonistas de Yankee blues se llevan las palmas. ¿Qué aportaron al mundo estos parásitos, además de ejemplificar el síndrome del acumulador compulsivo (llamado más específicamente de Diógenes)? Los excéntricos hermanos Collyer se anticiparon algunas décadas a Beckett y mostraron cómo vivir y morir inmovilizados por su propia obsesión. Lo curioso es que, aunque les resulta casi imposible desplazarse entre las toneladas de periódicos y objetos anárquicamente distribuidos por toda la casa, sus lenguas se mueven libertinamente para hablar de todos los temas habidos y por haber en su entorno tan estrecho. La residencia Collyer, que hoy es una parada turística en el Greenwich Village neoyorquino, enmarca un estudio de caso sobre cierto tipo de sabandija que habita este universo. 

Con pleno dominio de su estilo y capacidad para estirar los conflictos dialógicos,  Bicéfalo es un thriller que reúne en un espacio casi límbico a dos seres extremos y complementarios que, sin saberlo, persiguen el mismo objetivo. Escribe un crítico teatral que la bicefalia consiste en que los personajes tienen una cabeza en el pasado y otra en el presente. No estoy tan seguro de que así sea, en todo caso pensaría que se trata de su capacidad por habitar una realidad concreta y otra fantasmagórica, condición que los conducirá al ajuste de cuentas, tan necesario para la restauración de algún tipo de orden cósmico.

            La mirada en el espejo es, tal vez, la más ajena al universo encarnado en estas páginas, porque es situacional y no de caracteres. Quizás también porque es el único texto surgido de una complicidad creativa, en este caso con Guillermo Heras, lo que deja patente un ánimo discursivo o didáctico que no se aprecia en el resto de las obras. La historia va de una bebé huérfana cuya adopción disputan dos hombres de bando contrario en plena Guerra Civil Española.  Al margen de los intensos argumentos expresados en verso libre por parte de los protagonistas, la obra destaca por la exposición de un tema específico: el derecho a la memoria.  

            Finalmente, El Sendebar o el libro de los engaños de las mujeres despliega con todo su esplendor los gustos estilísticos y temáticos de la autora; por un lado, su fascinación por las retóricas antiguas, en este caso recreadas a partir de una antología de cuentos medievales que, con lujo de misoginia, pretende ponderar sobre la prudencia y la moral, y, por otro, la chispa de rebelión de una de las actrices que acusa de “usar los libros como armas” contra las mujeres, razón que la lleva a torcer el hilo argumental para eludir toda generalización sobre el comportamiento de uno u otro género. 

            Estas cinco obras sintetizan una poética que durante veinte años se ha consolidado en nuestros escenarios y ahora se despliega en el papel para su lectura individual, un motivo de congratulación que nos llevaría a reconocer el nombre de la ilustre sabandija que ha perturbado a más de un espectador con sus repiqueteos. Sin embargo, eludamos la mención, aludiendo juguetonamente a uno de sus propios parlamentos, según el cual “es sólo la vanidad la que lleva a los hombres a buscar que sean sus nombres los que pervivan cuando deben ser los buenos hechos, las nobles hazañas, los sabios proverbios y los consejos los que permanezcan en la Tierra por escrito". Queden, pues, sus palabras para ser replicadas en tantos teatros como sea posible, y que una nube de su memoria nos borre al fin.  


Hartasánchez, Mariana, Gabinete de curiosidades dramáticas de una sabandija palaciega, Tomo 1: Las andanzas de una fémina ilustrada (2024). Letra Capital. Fondo Editorial del Municipio de Querétaro. 205 pp. 

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