La
investigación documental en el teatro ha sido siempre un trabajo de forenses.
Cuando la obra termina comienza el mito, que no es otra cosa que la recreación
de los hechos basada en la percepción subjetiva y en uno que otro documento
para dar verosimilitud al testimonio. Lo que tenemos como materia de trabajo
son los despojos de un cadáver que, bien analizados, nos ayudan a conjeturar –
nunca a saber– cómo fue en vida y cuáles eran las dolencias del occiso. Si como
afirma Dubatti (2003)[1], el
acontecimiento teatral es una “experiencia vital intransferible (no comunicable
a quien no asiste al convivio)”, a lo más que aspira el investigador es a
levantar un cementerio de guerra en donde antes hubo una fiesta ritual. Tal es
el caso de esta obra: un recorrido colosal por el cementerio teatral del pasado
siglo que, no obstante, en cada una de sus lápidas deja traslucir los nombres
de una gloria pasada, a veces incluso de una existencia heroica. Este
cementerio no distingue entre hijos pródigos y malditos, entre preseas de 24
kilates y flores marchitas de un día; es un camposanto con lápidas idénticas
(en apariencia), alineadas con igual importancia unas detrás de otras; su trazo
simétrico y escrupuloso es fruto de la democrática intención de no develar ni
más ni menos cariño por alguno de los trece mil hijos del teatro que aquí yacen
para su observación.
La génesis de este proyecto se remonta al menos 20 años atrás cuando el Centro Nacional de
investigación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU) se dio a la tarea de recopilar y
ordenar toda la información desprendida de la actividad teatral del siglo XX.
Varias fueron las iniciativas y proyectos
que intentaron aglutinar la información y ofrecerla en formatos de fácil
consulta y organización. Pero me detengo en uno de ellos: el Sistema de
Información del Teatro en México (Sitmex), que tuve la oportunidad de diseñar
conceptualmente, aunque después haya sido en parte responsable de su
inconclusión. En resumidas cuentas, este proyecto se propuso la elaboración de
seis bases de datos, a saber: Obras (fichas técnicas de las obras
estrenadas a lo largo del siglo); Cronología, Diccionario, Imágenes,
Bibliohemerografía y Documentos (una selección de artículos, ensayos,
manifiestos aparecidos a lo largo del siglo), que debían integrarse en una sola
red para permitir el mayor cruzamiento de información posible.
En
aquel entonces (estamos hablando de la mitad de los Noventa, cuando apenas se
conocían los primeros Cd Rom´s y términos como hipertexto e interactividad
todavía no formaban parte de nuestro vocabulario), Sitmex resultaba un proyecto
hecho a la medida del recién inaugurado Centro Nacional de las Artes, que
también nacía con la promesa de integrar la formación, la investigación y las
nuevas tecnologías en un laboratorio de creación permanente. En ese contexto,
el resultado natural de la investigación debía ser un Cd Rom en que el usuario
navegaría a través de ligas e hipertextos por las seis bases de datos antes
enunciadas.
Pero
como ocurre en nuestra consabida historia de inauguraciones políticas de obras
inacabadas, aquí las computadoras prometidas no llegaron a tiempo y el trabajo
de captura y diseño se enfrentó a problemas técnicos inesperados
(incompatibilidad de programas, escasez de programadores, interfaces poco
amigables). Todo ello provocó que un proyecto de suyo complejo y ambicioso se
fuese enredando en complicaciones que rebasaban la capacidad de resolución de
los investigadores y se convirtiera en un problema institucional imposible de
solucionar en aquel momento. El resultado: la generación de miles de registros
que no pudieron integrarse en una red de información eficaz. El “sistema” se
nos había caído.
Nos
queda el consuelo de que cuando el trabajo es serio y tiene bases firmes, tarde
o temprano sale a la superficie, tal como ha ido ocurriendo con cada una de las
unidades de investigación componentes del Sistema. En 2003 se presentó en forma autónoma un derivado de aquella
Base de Imágenes del proyecto original, bajo el título Antología visual del teatro en México, recopilada por Leticia
Rodríguez y Patricia Ruiz. Por mi parte, tomé como proyectos personales las unidades de Diccionario y
Cronología, y apenas en 2007 presenté el volumen Así pasan, Efemérides teatrales 1900-2000, que viene a ser el
resultado impreso de lo que antes se pretendió una cronología en formato
electrónico. Poco más tarde hice lo mismo con el llamado Diccionario histórico del teatro en México 1900-1950, que decidí subir por entregas a este mismo blog y que ahora se puede consultar íntegramente.
En
esta ocasión es el turno de las Obras,
reunidas aquí por la paciencia y el rigor de Antonio Escobar, quien a la par de
desarrollar otras tareas de traducción e investigación para el CITRU, asumió
como propia la responsabilidad de darle forma a este universo tan vasto y
complejo. Parece mentira, pero diseñar una ficha de registro única para obras
de teatro ha resultado sumamente complicado; la explicación es que las
producciones teatrales de principios del siglo XX (cuando no existía en México
el concepto de puesta en escena) establecen sus créditos en forma distinta a
las producciones actuales. Cada obra presenta en su registro una problemática
particular que ha obligado al investigador a resolver caso por caso para no
caer en omisiones o malas interpretaciones. Pero de todo eso se irá dando
cuenta el lector cuando decida acceder a este enorme mausoleo del teatro
vigesimonónico.
Sólo me resta
desear que así como han ido revelándose autónomamente cada una de las unidades
de aquel malogrado proyecto, algún día se consiga integrar una sola red de
información que incorpore y amplíe las bases de datos originales. El proyecto
sigue siendo ambicioso, pero ahora las condiciones técnicas y metodológicas
podrían jugar a favor. Cuando en 1982 fue inaugurdo el CITRU se consideró como
tarea prioritaria documentar los pasos del teatro mexicano. Con la conclusión
de esta obra, a la que se suman otras de similar valor, la tarea está cerca de
convertirse en misión cumplida, no porque el trabajo se haya agotado, sino
porque ha llegado a un nivel de confiabilidad que ahora empuja otras
prioridades, como es la de interpretar los datos y comenzar a profundizar en
las partes cualitativas del estudio. Por lo pronto, el logro no es menor, y los
retos futuros allí están para quien quiera abrir las tumbas y desenterrar los
fósiles.
Escobar, Antonio, El teatro en México 1900-1990, Base de obras en Cd Rom; México, Citru-INBA, 2008.
[1] Dubatti, Jorge, El convivio
teatral, Buenos Aires, Ed. Atuel, 2003.
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