Por Raquel Araujo y Mauricio Rodríguez
(La Rendija)
Todo ser creativo es
propenso a caer en la dimensión del caos y el desorden.
En este nuevo teatro el
actor debe estar dispuesto a la implosión.
El proceso actoral deberá
contener los dos anteriores principios para que se le pueda denominar
anti-entrenamiento.
El trabajo es fundamental
para trascender la visión esquemática y unilateral de la vida, que hemos
aprendido, y que nulifica nuestras capacidades creativas.
La exploración debe
pretender el encuentro con: personificaciones internas, descalificaciones del
exterior, mitificaciones, sublimaciones, satanizaciones, y todo esto
constituirá la casa interna, el
universo individual, los elementos de trabajo.
El anti-entrenamiento contendrá como base de trabajo la
reconstrucción y la despersonificación.
La reconstrucción y la
despersonificación deberán entenderse como el desmantelamiento de los conceptos
que dan forma a nuestro pensamiento.
Este concepto que viaja a
contrasentido presupone la perturbación del orden, es decir, el cuestionamiento
de nuestro sistema pensante, la aseveración contracultural que comenta el mismo
fenómeno cultural.
Esta nueva expresión teatral
invadida por el caos da nacimiento a la inevitable multiplicación del discurso,
en otras palabras, hablamos de la diseminación=Lo que hay fuera del texto. O
matriz significante.
En el proceso de creación
los participantes creativos caminarán sin rumbo fijo.
El inicio de este trabajo
creativo manifestará un síntoma muy raro, inevitable y característico: la investigación.
Rechazamos cualquier
tendencia a lo que nosotros denominamos investigación muerta: investigación=conocimiento=adquisición
de información=verdad absoluta=autorización=visión unilateral del universo
creativo y adquisición de conocimiento.
La nueva investigación
deberá partir de diferentes maneras alternativas de obtener conocimiento.
Esta nueva investigación
parte de la premisa: No la relación sujeto-objeto, sino la conversión
objeto-sujeto, es decir, que el objeto de investigación es uno mismo; para
despojar de la frialdad mortuoria al teatro casado con conceptos que no le
pertenecen y nunca le pertenecerán al ser creativo.
El trabajo con uno mismo
será como un virus que se contagia espiritualmente, es decir, que afecta el
pensamiento, la voluntad humana y la conciencia.
Se trata ante todo de buscar
una interacción dinámica que guarda la naturaleza del entorno con la naturaleza
de la persona.
Se trata ante todo de que
este contagio, del que tantas veces habó Artayd, se vuelva ahora la puerta de
liberación de los hedores restrictivos y putrefactos de un teatro que no
permite la libertad creativa por miedo a involucrar al ser interno, se trata,
en conclusión, de libertad.
El lenguaje escénico será el
resultado de una búsqueda incansable liberada de preconcepciones y ubicada en
una tarea crítica y autoreflexiva.
En este trabajo el proceso
reconstructivo, es decir el desmantelamiento o cuestionamiento de conceptos que
dan forma a nuestros sistema pensante no precisa de un guía o gurú, en algunos
casos sí de un compañero de viaje.
La constante de este nuevo
teatro es el rigor en el trabajo, la autodisciplina, la entrega total del
sentido de mi propia vida a la búsqueda de mi lenguaje creativo.
El riesgo de perturbar,
penetrar y explorar nuestra zona que negamos, nuestras zonas con las que nunca
dialogamos o jugamos, nuestras zonas del miedo.
Raquel Araujo en Hasta Morir (1989) Foto Omar Valdés |
Inédito
No hay comentarios.:
Publicar un comentario