Por Gabriel Weisz.
Cuando nos ponemos a pensar
sobre la relación entre espectadores y actores parece plantearse una situación
singular que nos permite distinguir a unos de otros. No obstante, el
espectáculo está presente en todas las funciones de nuestra vida cotidiana.
[...]
Con todo, parece ser que estamos dotados de un singular sistema que
convierte los eventos más disímbolos espectáculos de diversa naturaleza. Y
donde los actores pueden ser activos o pasivos; fuerzas de la naturaleza;
animales en su medio ambiente o aún en circo y hasta un zoológico, si así se
prefiere. En cuanto entramos a estos terrenos es saludable advertir que una
obra de teatro difiere del fenómeno de la representación. Puesto que nuestra
facultad para representar es prácticamente infinita, ya que así nos formamos un
concepto del mundo, es la representación el fenómeno más vasto del espectáculo
y, el teatro, tan sólo una parte de este fenómeno.
El teatro está enclaustrado en un ambiente artificial que simula una
realidad exterior o interior. Y esto puede verse por la disposición de una
escenografía que simula ser algo. Un actor que simula ser un personaje y un
director que busca los efectos tan apropiados para construir una ilusión particular.
Tenemos a un grupo de personas que se encargan de fórmula de modelo concreto
que pueda acomodar diversas interpretaciones de una realidad.
Cada vez resulta más aparente que un modelo viene acompañado de una
serie de técnicas que el director y los actores instrumentan para tener acceso
a la realidad antes mencionada. Esta realidad está compuesta de un conglomerado
conceptual hecho de la filosofía, la ciencia, la política, el arte y otros
fenómenos que vienen a formar una veta inagotable para tornar la realidad en un
fenómeno multifacético.
El público, a su vez, puede o no estar enterado del conglomerado
pero organiza la experiencia según sus posibilidades imaginativas. Pero antes
que nada existe un proceso de transformación entre una obra determinada y su
público. Esto no siempre es cierto ya que subsisten formas teatrales que no
buscan transformación alguna y que sólo vienen a fortalecer una serie de
convenciones sociales. Esta variedad puede identificarse como teatro cerrado en
tanto que retroalimenta su propio sistema de control para establecer diversas
jerarquías en el poder.
En éste sentido el teatro se convierte en una manera de manipular
una situación social e impedir que exista cambio alguno.
El teatro abierto, por otro lado, busca la integración del
conglomerado conceptual. Pero esto sólo puede ocurrir cuando un grupo teatral
se articula dentro de un determinado proyecto de investigación. Este proyecto
debe permitir la libre fluctuación entre ciencias y arte con el propósito de
liberarse de los determinismos de una cultura dada.
El público, dentro del espacio de un teatro abierto, no entra en el
proceso circular de ver reforzadas sus estructuras de poder, sino que participa
en la activación de una cultura vital que crece por sus posibilidades de
combinación y no por la adaptación al clima político que la contiene.
El teatro abierto debe abandonar la visión tajante entre público y
actores, buscando un espacio cada vez más grande para la participación. Pero el
problema de la participación siempre ha sido grande ya que se pretende
reglamentar la acción de individuos que no estan en el grupo creativo. Los
espacios creativos de la representación son mucho más flexibles puesto que
dependen de la organización autónoma que cada individuo elige sin tener que
aceptar guía alguna
Se tratará de romper con el centralismo de un grupo creador activo y
un público pasivo. En este sentido el público entra en proyecto de
investigación al que aporta sus propias necesidades y vida imaginaria.
Ante el condicionamiento al que estamos sujetos en las instituciones
de enseñanza, instituciones profesionales o instituciones culturales, se
buscaron juego que rompa con las limitaciones impuestas por un
institucionalismo social.
Ante el condicionamiento de nuestro propio entorno personal y los
dictados que seguimos; buscar un juego que nos enseñe a romper las ligaduras y
convenciones en las que nos vemos prisioneros de nuestros conceptos. Estamos
inscritos en una gramática y sintaxis social y personal que nos sofoca con todas
sus reglas porque se traduce en una uniformidad externa y otra de carácter
interno. Por ello la desorganización de un cuerpo gramatical y sintáctico
permite una apertura de estructuras. La dictadura del texto se transfiere a una
inmovilidad de nuestras identidades. Nuestros hábitos entran también en el
acondicionamiento gramatical de todos nuestros impulsos vitales. A esto habría
que aumentar el autoritarismo semántico que nos inmoviliza en nuestra libre
creación de significados.
El teatro abierto es una invitación a la sublevación interna y
externa de todos los individuos que participan en una obra creativa. Por ello
se intenta romper con la estabilidad de las definiciones teatrales. El libre
flujo con otras ciencias y artes es una forma de escapar a los determinismo es
existentes.
La idea misma de un director resulta repugnante en tanto que implica
un centralismo jerárquico en individuo al que se deberán rendir cuentas ante
todo lo que se hace. El director debe integrarse al juego y dejar toda posible oportunidad
para convertirse en la figura del culto para su propia persona.
Tal parecería que sólo a través de una participación colectiva es
que puede funcionar el teatro abierto. Ésta impresión es falsa porque la
creatividad individual es de gran importancia y con ello se requiere de un
espacio personal para poder reflexionar sobre lo que quiere hacerse.
Esta frase resulta importante porque el espacio personal es el lugar
para forjar un individualismo que no será susceptible a la manipulación. [...]
El contraste entre el teatro cerrado de personajes y el perfil del
teatro personal radica en cambio de estrategia. El personaje es una entidad
descrita desde el exterior para ser mostrada ante un público. El actor personal
se describe desde el interior involucrando al público en un proceso análogo. Ya
he planteado que el público debe estar presente al inicio del proceso, o sea
durante la investigación. Esto implica que aquellas personas que desean
explorar una parte de sí mismas entran en juego sobre aspectos de su persona.
[...]
Es imposible esbozar el antecedente más directo del Teatro Personal
que es la autopresentación. Este término hace referencia global a ciertas
representaciones ejecutadas por una sola persona. Sin embargo, ésta no es una
característica que explicite la totalidad de estas ejecuciones ya que muchas
veces el creador de la representación aparece en sus producciones.
En las labores que he venido desempeñando como grupos de la UNAM los
primeros trabajos guardaban un aspecto testimonial y autobiográfico pero a
medida que se afinaron los propósitos del Teatro Personal comenzó a perfilarse
el proyecto individual de cada integrante. Como hemos visto por lo descrito
anteriormente, en las características del teatro abierto se trata de una indagación
hacia un proyecto subversivo no sólo de la cultura impuesta sino también de la
cultura que adoptamos como propia.
Foto La Jornada |
Tomado de: Tribu del infinito, de Gabriel Weisz,
Editorial Árbol, 1992, pp. 115-127.
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