Hace ya una década que el teatro de
Rafael Spregelburd irrumpió fugazmente en los escenarios mexicanos con La escala humana (2003) y poco
después se hizo imprescindible con la presentación de La estupidez y La modestia,
dos obras capitales dentro de su formulación dramática. Desde antes se sabía
que algo extraordinario ocurría con el teatro argentino, pero las obras de
Spregelburd vinieron a corroborar el sofisticado nivel de interlocución que un
movimiento artístico puede tener con el público que lo genera. Porque reconocer
los valores de una obra significa, en este caso, reconocer los códigos de
apreciación de su público. Y lo primero que identificamos en el estilo
spregelburdiano es la elusión de lo obvio y el constante reto a la
inteligencia. En palabras de Jorge Dubatti (a la sazón el más importante develador del teatro argentino actual),
el suyo es “un teatro jeroglífico que no busca la comunicación de un mensaje
ilustrado sino el contagio, la sugestión, el desasosiego de lo misterioso que
reclama la develación”.
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Hace 8 meses.