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Ricardo Zedillo
ZARZUELA
También llamada ópera española, se distingue de la ópera tradicional porque intercala música y canto con diálogos hablados. Históricamente representó una de las influencias más notorias en el teatro mexicano de fines del siglo XIX y la primera mitad del actual.
Sus orígenes se remontan al siglo XVII, con la representación de obras cantadas en el palacio campestre de los reyes españoles -conocido como Palacio de la Zarzuela por la abundancia de zarzas en sus alrededores-. La primera zarzuela de que se tiene noticia se atribuye a Lope de Vega y lleva por título La selva sin amor. Juan Hidalgo, por su parte, es considerado el primer compositor de este género gracias a la música laborada para Los celos hacen estrellas (1644). En sus inicios los temas característicos de este género fueron históricos y mitológicos. Sin embargo, también surgieron reacciones populares como las Tonadillas, que, por su carácter cómico y satírico, eran representadas en los intermedios de las zarzuelas o como fin de fiesta de las mismas. Durante el siglo XVIII el género vino a menos debido a la penetración de la ópera italiana y no fue hasta mediados del siglo XIX que volvió a cobrar importancia para el público español, sobre todo al desarrollar historias de carácter costumbrista. Con todo, el auge del género se desencadenó durante la segunda mitad del siglo XIX al surgir las zarzuelas de un solo acto, hecho que dio pie a la división entre zarzuelas de género grande y de género chico. Entre los compositores y autores fundamentales de este periodo destacaron Ruperto Chapí, Amadeo Vives, Quinito Valverde, Carlos Arniches, Guillermo Perrín, Miguel de Palacios y Fernández Shaw, entre otros. Sus obras, entre las que se mencionan La verbena de la paloma, Gigantes y Cabezudos, La corte del Faraón, La fiesta de San Antón, La verbena de la paloma, etc., fueron durante años repertorio obligado en los teatros de España y América.
En México, la zarzuela se introdujo definitivamente hacia mediados del siglo XIX, pero fue precisamente con el advenimiento del género chico que se popularizó y se asumió com un género integrado a nuestra tradición teatral. Para mostrar el grado de penetración que tuvo la zarzuela durante la segunda mitad del siglo XIX, Susan E. Bryan hace un seguimiento de los estrenos realizados de 1873 a 1910. Durante el primer periodo analizado, que abarca 1873-1879, se registraron un total de 519 estrenos, de los cuales el 33% fueron dramas, el 37% fueron comedias, el 7%, óperas, el 6%: operetas y el 15%, zarzuelas. Sin embargo, durante el periodo 1900-1910, el porcentaje de estrenos se modificó drásticamente al presentar un 17% de dramas, 36% de comedias, 5% de óperas, 4% de operetas y 36% de zarzuelas. La misma operación realizada con las zarzuelas nos muestra que si entre 1873 y 1879 las zarzuelas de tres actos representaban el 43%, contra un 26% de zarzuelas en un acto, para la primera década de nuestro siglo las zarzuelas en un acto representaron el 88% de los estrenos, contra el 6% de las piezas en tres actos. Un dato más, también aportado por Bryan, nos señala que fueron seis las zarzuelas mexicanas estrenadas entre 1873 y 1879, mientras que durante la primera década de nuestro siglo ascendieron a 177, lo que indica no sólo la importancia creciente que tuvo este género para el teatro nacional, sino que los autores nacionales encontraron una forma expresiva acorde con sus intereses y los del público.
Algunas de las zarzuelas mexicanas más célebres han sido: Manicomio de cuerdos (1890), de Eduardo Macedo y Arbeu, con música de Luis Arcaraz; La cuarta plana (1899), de Escalante Palma y Luis Frías, musicada por Carlos Curti; y por supuesto Chin Chun Chan (1904), de José F. Elizondo y Rafael Medina, con música de Jordá.

ZEDILLO, RICARDO
Electricista e iluminador, desde su inauguración en 1934 perteneció a la planta técnica del Palacio de Bellas Artes y trabajó al lado de los más importantes directores.
Son escasos sus datos biográficos. Trabajó como iluminador en numerosos teatros, entre ellos el Virginia Fábregas, el Reforma, de Veracruz, y muy especialmente el Esperanza Iris y el Palacio de Bellas Artes, donde durante años se encargó de iluminar las obras de los grupos que ahí se presentaron. Algunas de los montajes en los que participó fueron Minnie la cándida (1938), del Teatro de Orientación; Yes, my darling daughter (1941), del Pan American Theatre; Una viuda difícil, del Proa Grupo (1950), y la versión en francés del Cyrano de Bergerac (1950), a cargo de los Comediantes de Francia. También colaboró con Salvador Novo en los primeros años del teatro La Capilla. Como buena parte de su familia, todos ellos técnicos teatrales, se afilió desde joven al TEEUS, agrupación sindical en la que fue ampliamente reconocido. Fue tío abuelo de Ernesto Zedillo, ex presidente de México.
Otras de las obras en las que trabajó como iluminador fueron: Don Juan Tenorio (1935); Minnie la Cándida (1938); Don Domingo de Don Blas o No hay mal que por bien no venga, Los pechos privilegiados (1939); Cyrano de Bergerac, Yes my darling daughter (1940); Carlota en México

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