28/1/10

Abucheos para Thomas Bernhard


En noviembre de 1988, sólo tres meses antes de morir, Thomas Bernhard estrenó su pieza Heldenplatz (Plaza de los Héroes), en la que realizó su última y brutal disección del nacionalismo austriaco. Heldenplatz es el lugar en el que 50 años atrás miles de austriacos se reunieron para vitorear a Hitler, y es el mismo sitio que el protagonista ausente de la obra elige para suicidarse. Al abrir el telón la desgracia ya ocurrió y lo que presenciamos es la anulación del drama, sólo palabras y palabras de duelo por un país que ya no puede disimular su estrepitosa caída. En un juego de espejos y alter-egos, Bernhard hace decir que el protagonista nunca pudo terminar su obra cumbre, que llevaría como título Los signos de la época; y eso es precisamente lo que explica esta forma de teatro: la sustitución del drama por una atmósfera cargada de signos dramáticos.

  
 "La verdad es que las cosas son hoy realmente
como eran en el treinta y ocho
hay más nazis ahora en Viena
que en el treinta y ocho
ya verás
todo acabará mal
para eso no hace falta siquiera
una inteligencia aguda
ahora vuelven a salir
de todos los agujeros
que han estado tapados durante cuarenta años
sólo hace falta que hables con cualquiera
al cabo de poco tiempo resulta ya
que es un nazi
da igual que vayas al panadero
o a la tintorería o a la farmacia
o al mercado
en la Biblioteca Nacional creo
estar entre puros nazis
sólo esperan la señal
para poder actuar abiertamente contra nosotros".

Quienes han leído a Bernhard no se sorprenderán de leer estas palabras; forman parte de su vocabulario habitual; lo que a la luz de las modernas aplicaciones resulta novedoso es acceder a You Tube y encontrar el momento de la confrontación con la audiencia vienesa. Entonces todo adquiere otra dimensión; después de tres horas de lanzar invectivas contra su propio público, señalándolo (de una manera que envidiaría hasta Handke) resulta natural atestiguar este revuelo:

"La verdad es que los vieneses y los austriacos
son mucho peores
de lo que tu padre podría imaginar
escuchen lo que dice la gente
mírenlos
sólo te tratan
con odio y desprecio".

La ironía se acrecienta al saber que la obra ha sido comisionada por el prestigioso Burgtheater, institución a la que también dedica unas líneas sarcásticas:

Robert:
¿Ha actuado en el Burgtheater en un papel principal?... Entonces no puede ser tan mala
Anna:
Ahora actúan tan mal incluso en el Burgtheater.
Robert:
Es triste que incluso en el Burgtheater sólo se haga teatro malo. La verdad es que desde hace años ya no voy al teatro...

Imposible ponerse en los zapatos del público vienés para experimentar la intensa y contrastante emoción que esta obra puede producirles, pero observar por unos segundos sus aplausos y abucheos sin duda nos ayuda a entender la dimensión que el teatro aún puede alcanzar en algunos lugares.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Es el lugar o es el teatro? La combinación de ambas. O, mejor dicho, el diálogo de ambas: un teatro con su lugar/público/época. Diálogo que a veces puede derivar en discusión, confrontación... Aquí, en cambio, parecería que sólo somos capaces de discutir entre teatreros.

moncadatzin dijo...

En el primer caso, se sobreentiende que es una combinación de circunstancias a la que se llama tradición, cultura teatral. En cuanto a la mención última (supongo que te refieres a México), es posible que tengas razón, pero eso no tiene que ver con la propuesta específica de este blog sino con quien asume la interlocución. Gracias por dejar tu comentario.

David Hevia dijo...

Nada más un ejemplo de cuando el Teatro forma parte de la sociedad, este Teatro solo es posible si sus realizadores tienen un discurso propio y bases lo suficientemente solidas para llevarlo a cabo, me refiero desde las bases académicas, éticas y sociales. En México, estas bases son muy endebles de ahí que el teatro sea un banal entretenimiento y peor aún un centro de desarrollo mediocre de ciertas aspiraciones e intereses pseudo-artisticos. Sin duda hay quienes se han esforzado por sacar el teatro de esta lamentable situación, pero el imperio de la idiotez y la frivolidad impulsado y sostenido por los monopolios televisivos y aunado a la pobreza intelectual y económica del Estado hace casi imposible regresar al escenario una discusión más profunda de nuestro transcurrir por este mundo